Capítulo 8

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Di un respingo en el segundo que mi teléfono vibró emitiendo chillidos ensordecedores resonando en el salón de clase

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Di un respingo en el segundo que mi teléfono vibró emitiendo chillidos ensordecedores resonando en el salón de clase. Razel dejó de escribir en la pizarra para dedicarme una dura mirada. Tragando saliva, saqué el aparato con nerviosismo del pantalón, este resbaló de mis manos por lo que estuve maniobrando para agarrarlo de manera correcta, haciéndome sentir más avergonzado de lo que me encontraba. 

Cuando al final logré apagarlo, estaba seguro de que mi cara se hallaba enrojecida debido a la vergüenza extrema que sentía en ese momento. Escuché risas suaves por parte de sus estudiantes y el maestro Seong me miró con una pequeña sonrisa, seguramente riéndose de mí a sus adentros. 

—Lo siento. En serio lo lamento, olvidé apagarlo. —Esa mañana se me había hecho tarde, por lo que apagar el teléfono antes de entrar al salón pasó por alto dentro de mi mente desastrosa. 

—La próxima vez este será decomisado, ¿entendido? —Me advirtió en tono severo. 

Asentí varias veces volviendo a tragar saliva. 

Continuó dictando la lección como si nada hubiese ocurrido; como si el hecho de que casi vomito mi corazón debido al susto de aquel aparato endemoniado no hubiera sido gran cosa. 

Al finalizar la clase, ambos terminamos de organizar las sillas y demás elementos dentro del salón que quedaron desordenados por culpa de algunos de sus alumnos. En algunas ocasiones mis ojos se desviaban a él donde no podía evitar admirarle, no solamente por su físico, sino también por la manera que se movía alrededor, la forma en que sus manos pálidas y delgadas lucían tan delicadas ante cualquier acción que estas ejerciesen. 

—Tengo las siguientes dos horas libres —comentó él mirando el reloj de su muñeca. 

Organicé los papeles de su escritorio de manera pensativa, al escuchar aquello no pude evitar sentirme decepcionado. Ya que después de todo, no tendría la oportunidad de admirarlo hacer su labor aquel día. 

—Pero no tengo planes. A menudo, suelo escaparme al salón de música para escuchar a los estudiantes practicar —mencionó. 

Se pasó los dedos por aquel cabello oscuro que en un tiempo atrás jalé de él mientras era embestido con fuerza por su parte y jadeaba su nombre. El recuerdo solo trajo cientos de memorias más en donde el sexo con ese humano frente a mí fue maravilloso, y que, hasta ese día, seguía sacándome suspiros cada vez que lo recordaba.

—¿Jungsoo Choi? 

—¿Ah? —Ladeó la cabeza exponiendo la piel de su garganta que lucía casi deliciosa. 

«Maldita sea, Jungsoo, controla tus hormonas.» Me regañé mentalmente. 

—¿Tiene planes para hoy, Jungsoo Choi? Eso te preguntaba. 

—No. No tengo planes, profesor Seong, ¿por qué?, ¿me va a convivir a uno en particular? —Las orejas del mencionado se tornaron rojas en pocos segundos. 

EN DISTINTA PÁGINADonde viven las historias. Descúbrelo ahora