CAPITULO 12 Las cosas claras.

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Narrado por Tom.

Seguíamos de vacaciones y en apenas un par de días nos mudamos a nuestro nuevo piso. Llevamos una semana aquí y, tengo que decir, que es lo mejor que pudimos hacer. Tanto por el espacio como por Alex. Ahora tiene su propio cuarto con sus cosas bien organizadas. El barrio es muchísimo mejor que en el que estábamos y la gente es muy amable.

Mamá nos regaló la cuna para Alex, era lo único que teníamos que comprar para el niño y nos dijo que ella lo hacía, que sería su regalo. De momento está en nuestra habitación, todavía es muy pequeño para que duerma solo en su cuarto y, además, a nosotros nos gusta tenerlo cerquita.

Dereck al final se hizo con el piso de al lado, solo que él todavía no se ha mudado. Está comprando los muebles, ya que él lo prefería sin ellos para poder amueblarlo a su gusto. Así que ahora lo que escuchamos continuamente son martillazos. Y espero que termine pronto porque está acabando con mi paciencia.

Salí de la ducha ya arreglado y fui al salón para tomarme un café. Bill estaba cambiando al niño en su habitación, así que me paré en el marco de la puerta.

– ¿Qué haces?

– Estoy vistiéndole. Había pensado que podríamos ir a comer al restaurante y así vemos a los chicos. Hace días que no hablo con Gus.

– Vale. Me parece bien.

– ¿Has oído a papá? ¡Nos vamos a comer fuera, pequeño! – le habló al niño haciéndole reír por el tono de voz. Cada vez que se refería a mí como "papá", un hormiguero se instalaba en mi estómago.

– Estas más espabilado y grande.

– ¿Sí? Yo le veo igual. Quitando que duerme menos rato, pero lo veo igual de pequeñito y precioso. – lo cogió en brazos y le dio un beso en la frente. Yo sonreí. Siempre sonrío cuando le veo a Bill hablándole o haciéndole cariños. – ¿Vamos? ¿O tienes que hacer algo?

– No. Vamos.

Entré en nuestra habitación para coger el móvil y la cartera. Bill cargaba a Alex, así que cogí el carro y las llaves del coche y le seguí hacia el ascensor.

Cuando llegamos al restaurante, nos cruzamos con mi jefe. Él se iba ya. Paró para saludarnos y conocer al pequeño.

– Había oído algo, pero pensaba que solo eran rumores falsos. – dijo refiriéndose a Alex.

– Pues ya ve que no lo son. Se llama Alex.

– Y es... ¿adoptado? – preguntó despacio.

– No. No. Él es hijo de Bill. – me miró extrañado. No hacía falta ser muy listos para ver que el niño tenía pocos meses. – Es... una larga historia. – asintió sin más.

– Bueno, os dejo, no os quiero entretener. Pasar buen día.

– Igualmente. – contestamos a la vez.

Subimos al ascensor y llegamos a la planta.

– ¡Hola, Tom! De vacaciones y tú por aquí. – me saludó uno de mis compañeros que hoy le tocaba recibir a los que llegaban al comedor.

– Si, ya ves. – reí. – ¿Queda alguna mesa libre? Queríamos comer aquí.

– Si. La del fondo. La treinta está libre.

– Bien. Gracias.

– ¿Este es tu pequeño? – se inclinó sobre él y le cogió la manita.

– Si, es Alex. – Bill me miró y sonrío. Parece que le hacía gracia que fuera presentando a Alex a la gente.

Mentiras en la red 2 - TWC-RDonde viven las historias. Descúbrelo ahora