CAPITULO 23 Malas noticias.

105 12 1
                                    

Narrado por Bill.

– ¿Cómo has conseguido este puesto? Tú, que yo sepa, no sabes ni cómo doblar una camisa.

– Bill... Bill... Bill... – dijo canturreando, acercándose a mi escritorio, andando provocativamente. Llevaba puesta una falda extraña que le quedaba un poco por encima de las rodillas, una camisa con un escote que dejaba ver un poco de sus pechos, una chaqueta abierta de tres cuartos y el pelo suelto, rizado en ondas. No podía negar que iba vestida de acuerdo a su puesto, bastante provocativa, eso sí, pero es Mía, que podía esperar de ella. – No hay nada que una mujer no pueda conseguir si se lo propone.

– Ah, claro. Chupar pollas se te da bien, no habrá sido mucho esfuerzo. – sonrió.

– Bueno, eso dicen, para qué negarlo. – será... puta. Si, no la aguantaba y tenía ganas de decirle todo lo que callé cuando Tom estaba delante, pero ahora no estaba, así que... – ¿Y tú? ¿Se la chupabas bien a Tom? Porque... bueno, no creo que estuviera contigo por... tu cuerpo. – dijo mirándome con cara de asco.

– Tal vez no sería por mi cuerpo, pero déjame que te recuerde, que fue conmigo con quien estuvo, y tu... ¡ah, no! Tú te comiste los mocos. ¿Qué quieres, Mía? Ves al grano.

– Jum. Ya que tienes tanto interés en saber para qué estoy aquí, lo haremos rápido. Tu relación con Tom, al parecer, no es lo único que vas a perder. – dijo buscando algo en su cartera de mano, sacando una carpeta con papeles.

– ¿A qué te refieres?

– Ten. Necesito que lo firmes y que... recojas tus cosas y te largues.

– ¿Qué? – despido. Un puto despido es lo que tenía entre mis manos. – No puede ser...

– Si. Si lo es. Despido. A la calle. Fuera. Como quieras decirlo.

– Pe–pero...

– Firma y despeja mi nuevo despacho.

– ¿Tu nuevo qué...? Espera... ¿Tú vas a ser la nueva encargada de la tienda?

– Sí, querido. Como tú has dicho, chupar pollas sirve de algo.

No me lo podía creer. Si, me lo podía esperar, me habían llamado la atención, pero joder, al menos pensé que mi jefe me llamaría, me daría alguna clase de ultimátum o... no. Tenía que ser Mía la que lo hiciera, la que me echara a la calle y encima tener ese gusto. Eso me repatea más. Hija de puta.

Es mi culpa. Solo yo soy culpable de esto. Si tuviera la cabeza donde la tenía que tener. Joder...

Mia se fue después de decirme todas las gilipolleces que se le vinieron a la cabeza. No le escuché la mitad. Ahora tendría que buscar trabajo nuevo, y si, como había pensado, en parte era mejor, pero coño. No pensaba que esto fuera así. Según el despido tenía que irme hoy mismo de la tienda. Sacar todas mis cosas y largarme. No volver más.

– ¿Puedo?

– Si, pasa. – estaba de pie junto a mi escritorio cuando Damián entró, estaba recogiendo mis cosas, como la mal nacida de Mia me había ordenado.

– ¿Que... estás haciendo? ¿Qué ha pasado?

– Me voy, Damián. Me han echado.

– ¿¿Qué?? – me quedé en silencio siguiendo con lo mío, mientras Damián observaba lo que yo hacía. – No... No puede ser... No... yo...

– No pasa nada. Encontraré otro trabajo. No es el fin del mundo.

– Pero... Yo... Bill, yo no quiero seguir aquí si tú no estás. – se acercó a mí, inclinándose para verme a los ojos, me levanté y me quedé mirándolo. Su expresión era seria y lo peor es que sus palabras parecían sinceras.

Mentiras en la red 2 - TWC-RDonde viven las historias. Descúbrelo ahora