CAPITULO 30 En mis brazos.

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Narrado por Tom.

– No están. – dije volviendo al salón después de ir a nuestro cuarto y al de Alex y no encontrarme a nadie.

– ¿No? – Bill me miró confundido sacando un par de cervezas de la nevera. – Igual Dereck se lo ha llevado a casa y a Pumba también.

– Supongo. – Bill se sentó en el sofá.

– ¿Sabes qué? – me miró sonriendo de una manera juguetona. – Voy a devolverle a Dereck lo que él ha hecho por tanto tiempo.

– ¿Vas a entrar a su casa por la terraza? – me senté a su lado.

– Aja. ¿Vienes?

– Y... ¿Por qué no los dejas dormir? Digo... estamos solos...

– Mmm... me parece buena idea.

A mí también. Se acurrucó en mí, pasé el brazo por sus hombros y le atraje más hasta besarle. Me moría por decirle que le quería y demostrárselo. Demostrarle que estaba arrepentido de todos estos días lejos de él, de haberle dejado, de desaparecer, de hacer daño a Alex. Arrepentido de todo, menos de lo nuestro, de nuestro amor, de nuestra vida...

Pero no quería ir directamente a la cama con él. Para mí eso no era demostrarle mi amor. Quería estar con él, recuperar el tiempo, escuchar su voz, sentirle a mi lado, ver sus movimientos, embobarme con su mirada y su risa.

Me tenía completamente enamorado, enganchado, atrapado.

– ¿Y cómo vas en la tienda?

– Am... – se tensó de golpe. Bill no sabía que yo estaba al tanto de todo por Dereck. Le había llamado un par de veces y me contaba todo lo que sabía. Sí, podría parecer controlador, pero solo me importaba lo que le pasara. Y quería saber cómo se sentía él respecto a eso, a Mia, a la situación. A todo. – Me... echaron. Yo, bueno, por todo, por la situación y eso, apenas iba a la tienda y Damián se encargaba de todo. Un día vino una "jefa", supuestamente. Y te vas a caer de culo cuando te diga quien es.

– Mia. – le dije sin más. Se quedó con la boca abierta y yo no me aguanté la risa.

– ¿Y tú cómo lo sabes?

– Dereck. – me encogí de hombros, ambos sabíamos que Dereck era de lengua suelta.

– Tenía que haberlo imaginado. Bueno el caso es... y esto de seguro que no lo sabes...

– Sorpréndeme.

– Bien. Damián... bueno, el día que nos viste en el supermercado... – asentí, él suspiró como si le costara contármelo. – Bueno el caso es que me enteré que él y Mia se hablan, no sé si son amigos o qué, pero él hizo que me echaran, en pocas palabras. ¡Es un desgraciado! – bien, no me sorprendía. – ¿No vas a decir nada?

– ¿Qué? No me sorprende. Ambos sabemos cómo es, lo que no entiendo es cómo te sorprende a ti. Y sabiendo que es un cabrón, tampoco me sorprende que él y Mía se conozcan... Son tal para cual.

– Si. Eso parece.

– Entonces, ¿tienes que buscar trabajo? – asintió. – Bueno, seguro que sale algo pronto.

– ¿Y tú? ¿Qué has hecho este tiempo? Porque yo sí que no sabía nada de ti.

– No tengo mucho que contar. El mismo día que me fui encontré trabajo y piso, ahí conocí a Anais, trabajaba ahí también. Por lo demás, trabajo, casa, casa, trabajo. Solo salía para comprar.

Poco más tenía para contar. En realidad, a eso me dediqué estos meses. Solo salía para ir a trabajar y para comprar y volvía a casa. El tiempo lo mataba o bien durmiendo o viendo la televisión.

Mentiras en la red 2 - TWC-RDonde viven las historias. Descúbrelo ahora