CAPITULO 27 Un palo tras otro.

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Narrado por Bill.

Esto cada vez iba de mal en peor. Tom ni siquiera me devolvió la llamada esa noche. Ya no sabía qué pensar. Ya no sé si era cosa de mi imaginación o lo que pasaba por mi cabeza podía ser real.

Cuando vino esa noche, la de nuestro cumpleaños, me dijo que me quería, pero, ¿para qué? ¿Para desaparecer al día siguientes mientras yo dormía y no volver a dejarse ver? ¿Para no llamarme más? ¿Para ni siquiera mandarme un jodido mensaje? ¿Tanto le costaba? Claro, la tía esta le debe tener entretenido. Es que me lo imagino. Tom había estado aquí por meses, por qué tenía que dejarse ver por Alex. Como si no le importara lo que eso supondría para mi hijo y como un cobarde no tiene ni los huevos de llamar para... ¡Que rabia!

Alex me preguntó por él esa noche, y la mañana siguiente, y por la tarde... Vuelve a preguntar por él sin parar y yo no sé qué decirle. Siempre le digo que vendrá, no puedo decirle que su papá no volverá a un niño de seis años, por dios. ¿En qué estábamos pensando?

Sinceramente pensaba que después de nuestro cumpleaños, de venir a por mí porque le llamé borracho como una cuba, pensaba que todo estaría bien. Que las cosas volverían a lo que era. Que vendría a casa y me diría que se acabó el hacer el paripé. Sinceramente es lo que más quería, y aun ahora que tengo unas ganas inmensas de arrearle un puñetazo... quiero que vuelva. ¿Que estamos haciendo mal?

No sé si en realidad está liado con esa chica que me contesta al teléfono o quién narices sea. Pero si no es ella, no entiendo la razón de hacer lo que está haciendo. Primero aparece, como si nada, después desaparece y después... Alex, pobrecito. Le quiere tanto... Tanto como yo o incluso creo que más.

Ya no sé qué hacer. No sé qué es lo que puedo hacer para hablar con él, para convencerlo de que vuelta y que... Lo mismo de siempre. De que los dos juntos sabremos llevar y superar cualquier problema. Pero sé que no me va a escuchar. ¿Por qué eres tan cabezota Tom?

– Bill. ¿Te encuentras bien?

– Sí. Sí, sí, perdona. – sacudí la cabeza y miré a Damián. Alex estaba durmiendo ya hace un rato. Damián vino esta tarde con algo de comida rápida para cenar. No me gustaba. No quería que Alex se acostumbrara a ese tipo de comidas, pero ya estaba aquí, con la cena, así que no pude hacerle el feo. Ni tampoco tenía ganas de ver televisión, solo quería irme a dormir y acurrucarme en mi cama. Pero Damián es... insistente, por decirlo de alguna manera.

– Sabes que puedes contarme lo que te ronda por esa cabecita.

– Lo sé. Pero no es nada.

– Vamos. No me mientas. Te conozco lo suficiente para saber que estás preocupado por algo. – fruncí el ceño y negué con la cabeza. No tenía ganas de hablar de Tom, porque si lo hacía, acabaría llorando, como siempre. – Bill, en serio. Olvídalo ya. No te hace bien seguir esperándolo cuando es más que claro que esta con otra.

– ¿Qué? ¿Tú qué sabes sobre eso?

– Porque le vi. Le vi hace unos días caminando con una chica morena, de pelo largo. La verdad es que era bastante guapa.

– ¿Y por qué me lo dices ahora? No me habías dicho que le viste. – se encogió de hombros. – Da igual. No me interesa. Deja el tema y no lo nombres.

– ¿Quieres olvidarle? – no, por supuesto que no.

– Si. No. Mierda... no puedo, aunque quiera, Damián. Deja el tema, por favor.

– Esta bien. – giró la vista a la pantalla del televisor para después volverla a clavar en mí. – Tienes algo... ahí.

– ¿Dónde? – me restregué la mano por la cara.

Mentiras en la red 2 - TWC-RDonde viven las historias. Descúbrelo ahora