FINAL - Parte II

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Por fin solos, los dos. Sin padres, sin deberes, sin clases y sin Joel. Solos.

La semana pasó volando. Dana y yo nos lo pasamos genial. Reservamos un hotel conocido de la ciudad, donde tenían buffet libre y todas las mañanas te dejaban la habitación como nueva, así que solo teníamos que encargarnos de divertirnos, disfrutar de la ciudad y de estar solos. Y eso es lo que hicimos durante toda la semana. Patearnos la ciudad. Jugar en parques como críos. Comer todas las guarradas que nos llamaban la atención por las tiendas y, como no, comprar a mi ratona todo lo que se le antojaba.

La amaba tanto que, cuando estaba con ella, podía olvidarme de todo, hasta del por qué estábamos en esta ciudad. No había pensado en eso en toda la semana, ni tan poco en la tipa de Mia, pero hoy ya era viernes, y a las cinco de la tarde había quedado con Kristen, casualmente, en el parque enfrente del hotel.

Terminamos de comer y volvimos a la habitación a ver un poco la televisión. En cuanto entré me dejé caer en la cama boca abajo.

– ¿Estas nervioso? – me preguntó Dana. Noté sus piernas a cada lado de mi cuerpo, y al segundo la noté sobre mi espalda. Le encantaba eso, tumbarse sobre mi espalda y cogerme las manos.

– Un poco, pero contigo es más fácil. Todo es más fácil si estás tu.

– Te amo, lo sabes. Y, pase lo que pase después, seguiré aquí. – susurró en mi odio y me dejó un beso.

No podía pedir nada más en mi vida. Tenía unos padres que me querían sobre todas las cosas y una novia espectacular. Mi abuela era una maravilla y los amigos de mis padres eran como si fuesen mis tíos de sangre, aparte de ser también mis amigos. Siempre que necesitaba algo, los tenía ahí, siempre. No necesitaba a esa madre que nunca había tenido, ni tampoco me hizo falta nunca, ni eché de menos. Nunca. Jamás. Mis padres eran los mejores del mundo.

Me quedé dormido con las caricias de Dana de nuevo. Era como una droga para mi cuando me acariciaba y me mimaba. Siempre me dormía. Me despertó a eso de las cuatro. Nos arreglamos un poco y decidimos bajar al parque.

Había una pequeña terracita con un bar o chiringuito de verano. Nos sentamos ahí y nos pedimos dos helados, ella de fresa y yo de chocolate, así ambos nos dábamos del otro y probamos los dos.

– Mmm, esta rico. ¿Te gusta el de fresa?

– Si. Están buenísimos. No sé cómo no hemos venido antes. – asintió mientras comía más del suyo. – Me encuentro raro.

– ¿Estas mal? ¿Quieres que volvamos al hotel?

– No. Supongo que serán los nervios. – dije suspirando.

– Es normal, mi vida. Es un gran paso el que vas a dar. Alex, si cuando ella venga no estas a gusto, solo pídemelo con la mirada y nos iremos, ¿vale? – asentí.

– Ven aquí. – ambos nos acercamos al otro y, cogiéndole de su mentón, le di un beso en los labios. – Te amo, princesa.

– Y yo.

Es tan preciosa. Tanto por fuera como dentro. Tengo muchísima suerte de conocerla y más de tenerla a mi lado. Dana es... en un ángel. Me encanta su pelo largo, larguísimo hasta la cintura, liso, suave, rubio. Sus ojos son de un verde con toque marrón que hipnotizan. Es morenita de piel, lo que choca bastante con el color de su pelo y ojos, pero que la hace todavía más preciosa. Y unos labios carnosos, una sonrisa que, cuando ríe, se le marcan dos hoyuelos en las mejillas. Es delgadita y eso me encanta, porque la puedo coger, abrazar y llevar como si fuera una pequeña muñequita. Simplemente es perfecta. Cariñosa, amable, buena, simpática, divertida, comprensible, madura, pero con sus puntos de niña.

Mentiras en la red 2 - TWC-RDonde viven las historias. Descúbrelo ahora