CAPITULO 24 ¿Nos estamos equivocando?

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Narrado por Tom.

– Uf, estoy llena. No puedo meterme ni un poco más en el estómago.

– Yo tampoco, la verdad. – aparté el plato hacia el centro de la mesa y me dejé caer contra la mesa. – Gracias por la cena.

– No hay de que. Hubiera preferido ir a cenar fuera, pero... – se levantó de la mesa y empezó a recoger los platos. – El señor le apetecía quedarse en casa.

Me levanté con ella y le ayudé a recoger.

Después de contarle toda mi historia con Bill a Anais, entendía mi forma de ser, mis momentos de quedarme mirando a la nada, sumergido en recuerdos y pensamientos. Ahora me conocía un poco más, y la verdad, no sé si eso sería bueno o malo. Por una parte, era quitarme un peso de encima sobre mi comportamiento incomprensible a veces, pero por otra, me hacía pensar que tal vez su forma de ser conmigo cambiaría. Que ahora me tuviera pena o... no lo sé. Lo único que espero es, que ahora, no le dé por sacar el tema o que me venga a decir que debo hablar con él y arreglar las cosas.

Cuando salimos del trabajo intentó convencerme de ir a cenar fuera, a un buen restaurante, que era mi cumpleaños y que por lo menos debería darme un gusto. Pero no quise. No quería porque para mí era un día más, si, mi día, pero sin Bill a mi lado... el primer año sin él. Algo tan simple como eso y estaba pudiendo conmigo.

Cocinó, a pesar de que le pedí que no lo hiciera, que podríamos pedir cena para que nos trajeran a casa, no quiso. Y ella, como siempre, servicial conmigo, se puso a cocinar. Ahora que, la comida de Anais, no la cambiaba por ningún plato del mejor restaurante de la ciudad.

Estábamos fregando, ambos, yo enjabonaba mientras ella aclaraba. Me apetecía oírla reír, por lo menos, como forma de agradecimiento de todo esto, y por cómo se estaba comportando, intentado que pasara un buen día, no podía hacer menos que intentar animarme un poco por ella.

– ¿Qué llevas ahí?

– ¿Dónde? – cogí un poco de espuma sin que se diera cuenta y le dejé un pegote en la nariz. – ¡¡Tom!! Eso no se vale, serás...

Sin apenas darme cuenta, cogió más espuma y me la restregó por la cara. Así terminamos entre risas y forcejeando, llenándonos de espuma. Ella gritaba y corría por la cocina, yo hacía lo mismo. Uno detrás del otro como dos críos. Me reí, me reí mucho y por un momento me olvidé de todo, riendo sinceramente, como hacía días que no lo hacía.

La alcancé cuando había cogido un buen pegote de espuma, la cogí de las muñecas y las llevé detrás de ella. Riéndonos. Noté que dejó de hacer fuerza con sus brazos, dejándolos flojos ante mi agarre detrás de su espalda, frente a frente, pecho con pecho, demasiado juntos, tal vez...

Se me quedó mirando a los ojos mientras yo todavía reía y bromeaba.

– Si eso acaba en mi cara, acabarás con la tuya dentro del fregadero. – bromeé. Anais relajó la expresión de su rostro a una que no logré entender muy bien. Me seguía sonriendo, pero no por las bromas, si no, una sonrisa cómplice. – ¿Qué pasa? ¿Te rindes?

– Es la primera vez que te veo así.

– ¿Así, ¿cómo?

– Riendo, feliz... – solté sus manos lentamente. No sé por qué, pero me sentí incómodo de repente ante la cercanía. – Lo siento, no quería...

– No pasa nada. – creo que notó mi incomodidad. Me separé de ella y volví al fregadero, para terminar de fregar.

– Tom, yo no... quiero decir. No pienses que... Solo que nunca te había visto así y me agrada verte bien.

Mentiras en la red 2 - TWC-RDonde viven las historias. Descúbrelo ahora