CAPITULO 28 Encerrona.

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No era persona desde aquel día que me vio Alex. Ese día salí corriendo de allí presa del pánico. Me dio miedo, terror, enfrentarme a la puta realidad. Salí corriendo como si de aquella manera Alex pudiera imaginar que eran alucinaciones suyas, que no me había visto, que no era yo. Pero oí su voz una vez más gritándome, llamándome papá. Me sentía como la mierda más grande del planeta. Salí corriendo de la tienda chocando con un par de personas, ni les pedí disculpas, solo quería irme, desaparecer, que Bill no me viera. Huir. Corrí por las calles entre la gente. Cruzándome con coches. No sé cómo salí vivo de eso, pero solo quería llegar a casa y sentirme a salvo.

Nunca me he sentido tan patético, tan cruel, tan monstruo... dejar a Alex allí, sin decirle nada, como si no le quisiera, como si no me gustara que me tocara, que se abrazara a mí.

– Por dios, Tom. ¿Qué coño...? Oye, oye... Tom. – Anais corrió hacia mí cogiéndome de los brazos, me dejé caer contra el suelo arrastrándome por la puerta y ella cayó conmigo. – ¿Que ha pasado, Tom? ¿Qué pasa? – estaba asustada al verme así. No sé lo que me pasó. Sentía un nudo, una presión en el pecho. Mi corazón iba a mil, mis pulmones no me daban para coger el aire que necesitaba. Me estaba mareando, ahogándome en mis propias lágrimas. Sentía un hormigueo por todo el cuerpo. – Me estas asustando. Respira conmigo, vamos... Tom. Por dios. ¿Que tienes?

– Alex... – dije como pude. – Me... ha... visto. – y rompí a llorar amargamente.

Anais me abrazó dejándome llorar sobre su hombro. Le oí murmurar un "joder" por lo bajo. Saqué todo lo que tenía dentro. No quería hacerle daño a Alex, a él no. Ni a él ni a Bill, pero Alex, era un niño, no me lo perdonaría nunca.

Pasé el día en mi cuarto entre las sábanas. Odiándome por lo sucedido. Y sabiendo que Bill también me odiaría a muerte por eso. Podía imaginarme a Alex preguntando por mí de nuevo. ¡Mierda!

Solo lloraba, pensaba y lloraba y me maldecía a mismo. Por la noche no aguanté más. No podía estar entre cuatro paredes encerrado, pensando una y otra vez en lo mismo. Ahora sí que había perdido lo poco que tenía con Bill, ni yo mismo me perdonaba haber tenido esa reacción delante de Alex.

Como salida, si, era lo perfecto en ese momento. Salir, beber... drogarme, no sé. Solo quería desaparecer, no pensar, no sentirme mal, no sentirme solo. Llamé a Andi, sabía que Bill me iba a odiar por esto, pero que más me daba ya, si ya lo hacía. Le llamé y quedamos. Dejé el móvil en casa para que, como la última vez, no tener ningún arrebato y llamar a Bill. Salí, bebí, fumé, y no sé qué narices me dio Andi, pero, me sentía... bien. Me dejó con la mente en blanco, no pensaba, no lloraba, no veía... nada. Y esa era la mejor sensación. Mi mente vacía, sin culpas, sin sentimientos, sin miedos, sin... nada. No sé cómo llegué a casa ese día. Solo sé que me desperté en la cama de noche y Anais me dijo que había pasado todo el día así, tirado sobre las sábanas. Me puse en pie, pero ella empezó a decirme de nuevo que tenía que dar la cara, que fuera a hablar con Bill, que el niño me había visto, que no había otra opción más que afrontar todo. Yo... no quería. No podía. Volví a llamar a Andi. Volví a emborracharme, a tomarme todas las mierdas que me dio, y otra vez me sentí libre de todo. Creo que así sí podría pasar los días lejos de ellos. Con esa mierda, porque lo era y yo lo sabía, pero, era lo mejor.

Así pasé los días. No hacía otra cosa. Ni siquiera fui a trabajar y ya daba por perdido mi puesto. Solo pensaba en salir, en quedar de nuevo con Andi y dejarme llevar a eso que se sentía tan bien.

Esa mañana me llamó mamá, quería que fuera a casa a verla. No la había visto durante todo este tiempo, ni siquiera ella sabía que seguía en la ciudad. Me había llamado varias veces, pero no le contesté ninguna. El viaje se me estaba pasando. Anoche quedé antes con Andi y, más o menos, sabía dónde estaba y controlaba. Cogí un taxi y me presenté allí, las once de la mañana. Y ahora solo quería dormir. Notaba mis ojos pesados, la boca pastosa y no sé a qué mierdas olía, no sé si era yo o el puto taxi.

Mentiras en la red 2 - TWC-RDonde viven las historias. Descúbrelo ahora