ᴾᵃʳᵗᵉ ᶜᵘᵃʳᵗᵃ, ᶜᵃᵖíᵗᵘˡᵒ ˢᵉᵍᵘⁿᵈᵒ.

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Su labor estaba cumplida

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Su labor estaba cumplida.

Había ejecutado las órdenes que le habían sido impartidas, y a pesar de su nerviosismo palpable, era consciente de la importancia del éxito de esa tarea. Sumire caminaba por las calles de Konoha con la cabeza gacha. 

El sudor le resbalaba por el rostro, incapaz de contener la constante sorpresa y el miedo que la embargaban al encontrarse con la mirada de alguna persona o al ver algo que le recordara a su Konoha.

Miraba un cartel y se estremecía, se volteaba para ir en otra dirección y terminaba chocando con alguien más. 

El simple acto de mirar a las personas a los ojos resultaba aterrador para ella. Atrapada en el bullicio del área comercial de la aldea, palideció. Todo a su alrededor parecía ser pasado: el suelo, el aire, incluso las personas que posiblemente no estaban vivas cuando ella nació.

Las emociones le embargaban los ojos. Avanzaba con determinación, pero se mezclaba en las calles menos concurridas, ya sea por la necesidad de mantenerse al margen de la identificación o simplemente porque no quería enfrentarse a la mirada de otras personas. 

Sus ojos se estrechaban ante el mundo que la rodeaba, su rostro inocente ensombrecido por el temor que la invadía en ese momento.

Sumire había recibido un entrenamiento indirecto por parte de Shikamaru-san en cuanto al manejo de documentos y la comunicación con personas de alto rango. Sin embargo, solo semanas antes había descubierto la dura realidad que enfrentaba.

Con dos Anbu que servían directamente al Hokage bajo las órdenes del Nara, Sumire se encontraba a cargo de proteger a Konoha mientras los pocos ninjas sobrevivientes buscaban respuestas.

¿Cuáles serían esas respuestas? De lo poco que se le había informado, solo sabía acerca del jutsu y de la primera acción que tomaría al pisar suelo konoha. Desconocía el estado de los ninjas sobrevivientes y ni siquiera sabía si sus amigos estaban a salvo.

Intentó encontrar alguna grieta en las breves conversaciones e intercambios de palabras con los dos Anbu. Anhelaba encontrar una ventana que le brindara un destello de esperanza, una luz fugaz que la alejara momentáneamente del deber constante. Sin embargo, no obtuvo nada.

Cada interacción terminaba abruptamente, ya fuera por parte del compañero de Hinoko-san o de la propia Hinoko-san.

Sumire apretó la tela de su blusa contra su abdomen, caminando con prisa y con la mirada fija en el suelo. Aquellos dos Anbu, claramente mayores que ella, se comportaban como adultos, pero como adultos que actuaban según órdenes que ella ni siquiera había dado.

De repente, sintió el calor abrazando su piel. Se sintió incómoda y notó el sudor deslizándose por sus brazos.

En este momento, estamos tomando medidas para engañar a Konoha y evitar ser descubiertos tan pronto. Pero... una vez que las órdenes de Shikamaru-san se hayan completado... — Los ojos de Sumire se abrieron de par en par. Su garganta clamaba por un trago para aliviar la sequedad. En su mente aparecieron los dos Anbu de Shikamaru, sobresaliendo frente a ella. — La página quedará en blanco... y ellos dos estarán esperando mis órdenes, como su sucesora.

- BORUTO & NARUTO: 𝐋𝐨 𝐐𝐮𝐞 𝐀𝐥𝐠ú𝐧 𝐃í𝐚 𝐒𝐞𝐫𝐞𝐦𝐨𝐬 | Viaje Al PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora