ᴾᵃʳᵗᵉ ᵀᵉʳᶜᵉʳᵃ, ᶜᵃᵖíᵗᵘˡᵒ ᴰᵉᶜⁱᵐᵒqᵘⁱⁿᵗᵒ.

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— Detente por un segundo y piensa las cosas objetivamente, ¿Vale?, Te explico

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— Detente por un segundo y piensa las cosas objetivamente, ¿Vale?, Te explico. — Inojin utilizó sus manos para parafrasear, como si le estuviera enseñando a un niño a Hablar, abriendo bien la boca con cada pequeña palabra. — Nuestro mundo se destruyó, fuimos tragados por un trozo gigantesco de papel, y arrojados a un tiempo miserable en el que no somos nada. No tenemos un techo, la confianza en el mundo es dudosa, ¡¿Y Tú te preocupas por las papas sabor a salsa de tomate?!

— Tomato Fries. — Corrigió ChouChou, el aburrimiento surgiendo en su rostro. — Pero realmente no me preocupan tan escandalosamente, no entiendo por qué haces un escándalo. Estás quedando como un tonto.

— ¿Qué...? ¡¿Yo?! — El niño Yamanaka sacudió la cabeza, y como si fuese una obviedad, apuntó a la tienda frente a ellos con una expresión horrorizada. — ¡Shikadai nos ordenó a buscar provisiones baratas, y tú te detuviste a observar durante veinte minutos una tienda de frituras! ¡¡Veinte minutos!!

ChouChou se cubrió la oreja derecha con el semblante fastidiado. Inojin no era alguien que gritaba en público, pero culpó a la situación que (Suponía ella) lo estaba poniendo ansioso.

— El problema no son las Patatas, sino lo que también conlleva después. — Refunfuñó la Morena. — ¿No te entristece que las cosas que te gusten, estén destinadas a no existir nunca más?

— Estoy seguro que no fue un genio el que inventó esas malditas patatas. — Se quejó Inojin. — Yo podría hacerlo, quizás eso podría sacarnos de pobretones y convertir el polvo en fortuna para convencer a Mirai-san, e irnos lo más lejos posible de este país.

Al parecer, Inojin no había captado el intento de ChouChou de hacer un claro mensaje a la nostalgia. O Quizás, sí lo había hecho, pero se negaba a darle a ChouChou la satisfacción gracias a que estaba fastidiado. 

Ella a menudo comparaba a Inojin con su propia madre, e incluso cuando en aquellos días el más pálido se quejaba de la líder del clan, ChouChou argumentaba para sí misma que Inojin no necesitaba de ESE detalle mensual para hacerlo irritable todos los días.

— ¡No me refiero a eso!, Ay, como sea... — Suspiró. — Encontremos un lugar barato, compremos lo que nos alcance, y busquemos a Shikadai. Ver este tipo de cosas ya me dan escalofríos.

ChouChou hizo la iniciativa de hacer un ademán, aburrida por la situación de pensar en unas patatas que ya no existían, y comenzó a caminar por la calle transitada de la aldea vacacional con la que se habían topado. 

Si Sarada estaba en lo correcto, era aquí dónde el Señor Feudal tenía su casa más antigua, y en dónde sospechaban que Mirai atacaría. Mataban el tiempo yendo y viniendo, en busca de provisiones en el caso de que no fuese así, y tuvieran que caminar más.

Pero luego de unos momentos, sintió como Inojin igualó su paso después de correr hacia ella, caminando junto a la morena. 

El más pálido lucía vagamente desconcertado. Tenía una idea de la razón, y frunció un poco las cejas. ChouChou se preguntaba si alguna vez serían capaces siquiera de sorprenderse ya, tomando en cuenta que su miserable situación no tenía un historial en el cual guiarse para afrontar emocionalmente los conflictos.

- BORUTO & NARUTO: 𝐋𝐨 𝐐𝐮𝐞 𝐀𝐥𝐠ú𝐧 𝐃í𝐚 𝐒𝐞𝐫𝐞𝐦𝐨𝐬 | Viaje Al PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora