ᴾᵃʳᵗᵉ Qᵘⁱⁿᵗᵃ, ᶜᵃᵖíᵗᵘˡᵒ ᴰᵉᶜⁱᵐᵒᶜᵘᵃʳᵗᵒ.

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Las pequeñas pisadas se perdían en el frondoso bosque

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Las pequeñas pisadas se perdían en el frondoso bosque. A Menos que fueras un Ninja con años de experiencia, sería imposible darse cuenta de ellas. En Las afueras de Konoha, siguiendo las pautas de un adulto con una máscara de Mono, seis niños saltaban sobre sus pies para hacer el mínimo ruido, pero sin ralentizarse demasiado.

Habían adelantado mucho paso, alejándose lo suficiente de Konoha, pero sin ir extremadamente lejos. Ro, el único adulto que estaba con ellos, les hizo señas para que se apuraran en una zona oscura, protegida por arbustos y fuera de la luz lunar. Los niños pasaron de él, y el Hombre permaneció allí, viendo los imponentes muros de Konoha, con recelo.

— R-Ro-san...

Una vocecita asustada lo llamó. Era Neon, a quién apenas se le veía el rostro gracias a la capa que la cubría, y por su gran tamaño. La niña dio un pequeño paso hacia atrás.

— ¿A Dónde se supone que vamos ahora...? ¡Ah...!

— ¡Cuidado!

Ante el repentino grito de Ro, todos los niños se encogieron, pensando que se avecinaba una amenaza, y bajaron las capuchas de sus capas hasta cubrirse las caras por completo. Cuando volvieron a levantar la mirada, Ro sostenía a Neon por la espalda, evitando que esta se cayera hacia atrás. Con la otra mano, presionaba fuertemente la capucha de la capa sobre su cabeza.

— Quiero que me escuchen atentamente. — Les dijo, con una firmeza casi vacilante por la tensión creciente. — No se destapen el rostro, y permanezcan en la sombra. No es seguro para ninguno de ustedes estar bajo la luna. ¿Me oyeron?

La mandíbula de Eho cayó, teniendo eso como única opción para hacerle frente a la incredulidad. Hace menos de treinta minutos, Ro había entrado al departamento en dónde permanecían escondidos los niños, solo, y los sacó a escondidas de Konoha. 

La niña de cabello rosa se había cuestionado en voz alta el paradero de Sumire y Himawari, mismas que la habían acompañado antes de que la luna enloqueciera.

Pero no obtuvo las respuestas sobre Himawari, hasta verla en esta zona oscura del bosque. Lo que le atemorizaba preguntar sobre el bienestar de Sumire.

Neon daba sus últimos alientos intranquilos mientras Ro la recomponía nuevamente, arrodillándola en el suelo para permanecer más intacta a la luz. Los demás niños hicieron lo mismo.

Excepto Himawari.

Ro estaba a punto de aconsejarle que hiciera lo mismo, pero la niña permaneció allí, cabizbaja.

— Lo siento. — Dijo ella. Su rostro se arrugó ante el pensamiento, y sus ojos cerúleos se oscurecieron por la frustración. — Lo siento muchísimo... De haber sabido que todo terminaría así...

— ¿Himawari-san? — Osuka, jalando hacia abajo su propia capucha, se levantó para hacer lo mismo que con la de Himawari. — ¡¿Estás loca?! ¡Sigue las instrucciones de Ro-san y...!

- BORUTO & NARUTO: 𝐋𝐨 𝐐𝐮𝐞 𝐀𝐥𝐠ú𝐧 𝐃í𝐚 𝐒𝐞𝐫𝐞𝐦𝐨𝐬 | Viaje Al PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora