ᴾᵃʳᵗᵉ ˢᵉᵍᵘⁿᵈᵃ, ᶜᵃᵖíᵗᵘˡᵒ ᴰᵉᶜⁱᵐᵒqᵘⁱⁿᵗᵒ.

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— ¿Y así de loco fue? ¿Nadie hizo nada una vez que se enteraron de la situación?

El hombre, ya bastante afectado por la bebida, se balanceaba sobre su asiento en el mini bar al aire libre. Emitió un desagradable sonido de garganta antes de tragar. Con un esfuerzo exagerado, abrió los ojos y jugueteó con el vaso, rebobinando su historia en su mente.

Sintió cómo su lengua se entumecía y negó con la cabeza, arrastrando las palabras.

— Ni una sola persona me creyó, y juro que lo vi todo... — Su cabeza se balanceó peligrosamente hacia adelante, pero su compañero de bebida, igualmente borracho, pero más sereno, no se inmutó. — Todas esas personas muertas salieron de portales mágicos, y hubo algunas que simplemente se levantaron y se fueron.

— De verdad... — Comentó el otro hombre con una mezcla de incredulidad y somnolencia en su rostro. Aplaudió lentamente y enarcó una ceja. — Los del pueblo pueden no creerte, pero, ¿Los guardias del señor feudal?, Esto me huele a algo muy raro.

— ¡Eso, eso! ¡Yo también lo pensé! — Afirmó triunfante el hombre más borracho, levantando su vaso. Había pasado toda la noche bebiendo, y el vendedor había comenzado a servirles agua en secreto para calmarlos. — Hubieras visto sus caras... ¡Estaban de piedra! Me dijeron que solo podía haber visto tonterías porque estaba borracho. ¡Tonterías su abuela...!

— De verdad... — Repitió el segundo hombre, con una curiosidad tranquila. Revolvía el agua de su vaso, prestando una atención incómoda al contenido. — ¿Y cómo es que se levantaron esas personas que, según tú, estaban bien?, Había muchísima gente muerta allí en la colina. Ni siquiera la escéptica de mi esposa se cree ese cuento de que fue un asesinato en masa de un momento a otro.

El hombre más borracho, con un gesto de súbita claridad en sus ojos nublados, se inclinó hacia su compañero. Parecía recordar algo crucial, algo que había pasado por alto. Bajó la voz, casi hasta un susurro, y se acercó al otro hombre, con un aire de confidencia conspiratoria.

— Los guardias se pusieron muy serios cuando lo dije. — Murmuró, temeroso de pronunciar las palabras en voz alta. —

A su alrededor, la actividad matutina continuaba sin pausa. Los mercaderes pregonaban sus productos, los niños corrían y jugaban, y las mujeres charlaban mientras compraban en el mercado. El susurro del hombre parecía un secreto escondido entre el bullicio, un cuchicheo inaudible frente al trajín del mundo.

El hombre más sereno, aun revolviendo su vaso de agua, levantó la vista con una expresión de sorpresa contenida. Sus ojos se estrecharon, intentando comprender la gravedad del secreto.

— ¿Es cierto? — Preguntó, manteniendo su voz baja, pero con una curiosidad penetrante. —

El primer hombre asintió con firmeza, su rostro serio a pesar de la borrachera.

- BORUTO & NARUTO: 𝐋𝐨 𝐐𝐮𝐞 𝐀𝐥𝐠ú𝐧 𝐃í𝐚 𝐒𝐞𝐫𝐞𝐦𝐨𝐬 | Viaje Al PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora