ᴾᵃʳᵗᵉ ˢéᵖᵗⁱᵐᵃ, ᶜᵃᵖíᵗᵘˡᵒ ᴰᵉᶜⁱᵐᵒqᵘⁱⁿᵗᵒ.

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Mifune observaba a Sumire con una serenidad calculada

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Mifune observaba a Sumire con una serenidad calculada. La joven, quien vestía un sencillo vestido violeta y medias blancas que resaltaban su piel pálida, parecía demacrada, con las marcas de su reciente sufrimiento aún evidentes en su postura encorvada y el brillo apagado de sus ojos.

De pie, frente a todos en la habitación, ella no alzaba la mirada, manteniendo sus ojos fijos en el suelo, como si cargara con un peso que no podía compartir. A su lado, Tsunade mantenía una expresión grave, pero controlada, consciente de que cada palabra que dijera debía ser cuidadosamente seleccionada.

— La niña está en recuperación. — Dijo Tsunade con tono firme, sus ojos moviéndose brevemente hacia Mifune. — El estado en el que la ves es resultado de su exposición a la luna, y por eso hemos dispuesto esta habitación para que reciba luz fresca durante el día y luz artificial por la noche. No es algo de lo que tomemos a la ligera.

Mifune, a pesar de su compostura acostumbrada, dejó ver un rastro de duda al fruncir ligeramente el ceño. Aunque no apartaba la mirada de Sumire, su voz sonaba cortante cuando habló:

— ¿Me estás diciendo que esto no es algún tipo de broma? — Preguntó, aunque su tono dejaba claro que esperaba más de lo que se le estaba mostrando. —

Tsunade negó con la cabeza, no con brusquedad, sino con una seriedad inquebrantable. Giró ligeramente la vista hacia Akita, quien estaba al lado de Sumire, con una mano descansando sobre el hombro de la joven en un gesto protector.

Akita, con su cabello castaño ligeramente despeinado y el uniforme de médico que usaba, proyectaba una mezcla de fuerza y preocupación. A su lado, su fiel perro, reposaba tranquilamente sobre la cama detrás de ellas, como si comprendiera la tensión de la escena.

— Akita es otra sobreviviente de los portales. — Explicó Tsunade. — Ella puede corroborar lo que estamos diciendo.

Akita inclinó su cabeza en una reverencia respetuosa hacia Mifune, sin apartar su mano del hombro de Sumire. Cuando se enderezó, su mirada estaba fija en el samurái con una expresión seria, casi desafiante, mientras se presentaba.

— Soy Akita. Mi cargo en la misión fue proveer apoyo médico y tecnológico. — Dijo con un tono claro, pero también con una cautela que revelaba que no todo podía ser compartido tan fácilmente. —

No mencionó su apellido, un detalle que no pasó desapercibido para Mifune, quien la observaba con una mirada analítica, buscando cualquier rastro de engaño en sus palabras.

El silencio que siguió fue denso, solo roto por el sonido casi imperceptible del perro de Akita acomodándose más en la cama. Mifune no respondió de inmediato, evaluando cada gesto, cada palabra.

Akita tomó aire con cuidado antes de continuar, consciente de la gravedad del momento.

— Sé quién es usted, Mifune-dono. — Dijo Akita, su tono ahora más directo. — Aunque no esperaba que fuera tan pronto, sabía que esta reunión sería inevitable en algún momento.

- BORUTO & NARUTO: 𝐋𝐨 𝐐𝐮𝐞 𝐀𝐥𝐠ú𝐧 𝐃í𝐚 𝐒𝐞𝐫𝐞𝐦𝐨𝐬 | Viaje Al PasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora