Sabor a óxido en los labios,
recuerdos de cuando me hicieron daño.
Ruido, más ruido
y un poema de amor escrito en el baño.
Manchamos las paredes,
líquido carmesí dejando un mensaje:
Huye lo más rápido que puedas.
¿Acaso yo sabía leer?
No lo que escribías de esa manera.
Ya no importa lo que digas,
me da asco el olor
a vainilla de tus mentiras.
Deja unas líneas en mi piel,
ese par de trazos rojos.
Esos que solo la gente
como nosotros ve.
¿Nosotros?
No compartiré la oración,
no contigo, a lo mejor sí con otro.
¿Y si beso a la chica que amas?
¿Me perdonas la crueldad de ser peor?
¿Y si reacciono mal al dolor?
¿Qué castigo estúpido te vas a inventar?
Sácame de tu casa, hazlo.
Déjame durmiendo en la calle
sobre el suelo.
Ven y a mi cuerpo préndele fuego.
Deja que el olor a carne quemada
llene tus fosas nasales
como los sacrificios en carnavales
de alguna religión pagana.
Ven, ven con todo.
Destruye el amor que te tengo.
Sabes que puedes hacerlo.
Sabes que quieres hacerlo.
Sabes que necesitas hacerlo.
Mi pobre niño abandonado.
Ojalá haber escupido tus ojos,
antes de dejarlos posarse en mí.
No fuiste el primero en nada.
Mi gran amor es una farsa.
No es una novela romántica,
es un libro de fantasmas.
¿Quien murió primero?
Gotea la sangre,
cae al suelo.
Un cuchillo cae,
un pequeño ruido,
le sigue un estruendo.
Yo aun respiro,
y te miento,
diciendo que te quiero.