La doctora dice que está todo bien,
sin embargo aun me duele el corazón,
en cada maldito sentido.
Y veo la otra mitad caer al suelo
de esa pequeña pastilla
que me ha dado para dormir.
Necesitaba un sedante,
un empujoncito de la química
que me salve.
Fue un ataque de ansiedad,
aunque no hubo ansiedad.
Era un día normal.
Bastaron 4 horas de sueño
y una taza de café aguado
para poner mi cuerpo a temblar
y no de forma en que hubiese querido.
Por primera.vez en más de un año,
alguien mira la parte de arriba
de mi ropa interior,
y su voz en ver de decir
alguna frase de amor,
me dice:
te voy a hacer un electrocardiograma.
Tuve esta conversación
con la señora de seguridad.
Me dijo antes de la llegada de la doctora:
Seguro es un ataque de ansiedad
a mí también me dan.
¿Qué le pasó al mundo?
Estamos todos estresados,
corazones palpitantes,
presas de un pánico inexplicado.
Ya nisiquiera me tomo la molestia de hacer que rime todo,
pues esto más que un poema
es una verdad.
Ya es de noche,
mi corazón vuelve a doler.
En el electrocardiograma
nada indica que esté nada mal.
Y claro que no lo está,
es un corazón sano,
lo podrido es este mundo.
las heridas que no desinfectamos,
no por no querer,
sino por no saber.
Y todos te dicen que no llores,
que no sientas,
que no seas, hagas ni digas nada.
Y mientras tanto el cuerpo se queja,
y el alma en ese cuerpo
empieza a sentirse apresada,
como queriendo derribar a patadas
una pared que no existe.
¿Qué nos pasó?