Conocí al hombre perecto,
en la situación incorrecta.
Conocí al hombre imperfecto,
en la situación perfecta.
La vida siempre da muchas vueltas,
pero ninguna de ellas
los pondrá frente a la puerta de mi casa.
Ninguna de ellas hará que me escriba
un buen poema, el hombre que bien me ama.
No hay vuelta, giro o voltereta,
que ponga las piezas en su lugar.
Así que rompo el rompecabezas.
Aquí es donde vuelvo a empezar.
Aquí no hay hombres a los que amar.
Mientras intento hacerme un espacio,
propio, en mi fría soledad,
dejo de soñar con hombres
y castillos de cristal.
Si todo se astilla, volvemos a empesar.