Capítulo 24

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Lo que parecía un día tranquilo se había convertido en uno que nadie olvidaría, todos se quedaron viendo a la primera mujer de la humanidad que había regresado después de siete años de ausencia en el infierno. Charlie no sabía que hacer ante tal hecho, nunca esperó que su madre regresara de esa forma, ni siquiera creyó que iba a volver.

Charlie: ¿Mamá?

Lilith: Charlie, si que has crecido mucho.

Ambas tenían la misma estatura y no dudaron en abrazarse por no haber estado juntas por años.

Charlie: ¿Dónde estabas? ¿Por qué te fuiste? ¿Qué hiciste todo este tiempo?

Lilith: Esas son preguntas que te responderé otro día.

Su mirada se fijó en Lucifer que seguía callado mientras observaba todo, ni siquiera había parpadeado desde que ella entró por la puerta.

Lilith: Hola, Luci.

No hizo nada.

Charlie: Papá.

Siguió sin hacer nada.

Carmilla: Lucifer.

Al final reaccionó, vio a su alrededor para volver a enfocarse en ella e hizo lo único que lo ayudaría a calmarse, se fue del vestíbulo dejando a todas sorprendidas por lo que Carmilla decidió seguirlo. Caminó hasta llegar al bar solo para tomar la botella de whisky y tomar de ella intentando ver si eso podía ayudarlo pero de inmediato se la quitan.

Carmilla: Eso no te ayudará.

Aunque su prometida estaba a su lado no se enfocó en ella, siguió viendo a la nada mientras intentaba procesar todo lo que había sucedido.

Carmilla: Lucifer, necesito que me hables.

Se sentó a su lado para que estuvieran a la misma altura.

Carmilla: Sé que es difícil de procesar, pero necesito que hables, no puedes guardarte lo que estás sintiendo ahora.

Pudo ver cómo por fin se había enfocado en ella para hablarle, pero las palabras no salían de su boca, no podía pronunciar ninguna palabra y eso lo estaba frustrando mucho, Carmilla podía ver el esfuerzo que estaba dando para decirle algo pero no fue posible. Lucifer no sabía que decir, no podía pensar en que debía decir, no sabía cómo sentirse con todo lo que estaba sucediendo en lo que parecía un día normal.

Lilith: Lucifer.

Se enfocó en ella al escucharla, intentó decirle muchas cosas, pero su orgullo se lo impedía. Las palabras luchaban por salir de su boca, pero su voz se ahogaba en un mar de emociones turbulentas. Su mirada se volvió intensa, casi desesperada, mientras su mano temblaba al sostener su cuello. Los rasguños comenzaron superficiales, pero pronto se convirtieron en heridas profundas, dejando ver la sangre dorada brotando y manchando el suelo.

Podía sentir sus garras enterrándose en su propia piel, una manifestación física de la lucha interna que estaba librando. Quería decir algo, cualquier cosa, pero las palabras se negaban a salir, atrapadas en la maraña de sus emociones tumultuosas. Solo podía escuchar los gritos de Carmilla, desesperados por detenerlo, pero su furia y frustración lo cegaban, impidiéndole escuchar.

Al final, cayó de rodillas, exhausto y herido, mientras Carmilla se apresuraba a detener el sangrado. La presión en su garganta era un eco lejano mientras luchaba por mantenerse consciente. Sentía cómo el aire escapaba de su cuerpo, cómo la sangre de su herida recorría su garganta, dejándolo débil y desorientado.

Su vista se nublaba, pero aún podía ver a Lilith mirándolo con preocupación, una sombra de remordimiento en sus ojos. En ese último instante, cuando la oscuridad lo envolvía, deseó haber encontrado las palabras para decirle lo que siempre había querido saber.

El Rey Y La Soberana: Lazos InfernalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora