—Robert Jonathan Harris, ¿perdiste la razón?
Miró a Blair sin saber qué decir. Se sintió como un lunático porque en cuanto colgaron, supo que tenía que irse con ella a cualquier lugar, lejos de Norwich, de la verdad. Aunque eso significaba mentir más.
—Me preocupa que—reprochó Blair, interrumpiendo sus pensamientos—, ¡cuando ella se entere será peor para ti!
—Mira, lo único que quiero es ser feliz con ella, ¿de acuerdo?
—Robert...
—Tal vez tiene razón, amor —intervino Thomas, ignorando la mirada fulminante de su mujer. Robert unió las palmas y le hizo una reverencia a modo de agradecimiento.
—Tú también estás loco.
—Blair, escucha. No puedes seguir comportándote como si fueras su madre, Robbie no es ningún adolescente. Sabe lo que hace, y lo único que podemos hacer es apoyarlo. Si tiene que huir de Norwich con Emma para vivir en su propia burbuja, que lo hagan.
Ambos miraron a Thomas con los ojos abiertos como platos. Era de las pocas veces que lo veían expresarse sin emitir una carcajada.
—Me preocupa Robert. No quiero que salga lastimado.
—Blair, hay dos opciones —la tomó de los hombros con dulzura—. Puedo ser muy feliz con Emma lo que nos quede de vida, o puede mandarme al demonio por ocultarle la verdad —se alejó de ella y suspiró—. Ya es demasiado tarde para retractarse, así que voy a hacer algo que nunca he hecho más que con ella: ser impulsivo. Quiero estar con ella. Entiende eso y por favor, apóyame sin juzgarme más.
—Está bien. Entonces, ¿cuál es el plan?
—Quedamos en encontrarnos en el camino. Tengo que decirle que se me ocurrió que podemos ir a California o a cualquier lado y si acepta, entonces volvemos aquí por algunas cosas y podremos irnos —les dedicó un gesto de disculpa—. Me siento mal con ustedes por hacerlos venir y abandonarlos aquí, pero por favor, compréndeme. Esto es importante para mí.
—Tú no te preocupes, hermano —Thomas le palmeó el hombro—. Ve con tu Emma y nosotros nos quedamos aquí un par de día más. Cuidaremos el nido de amor.
—No sé qué haría sin ustedes.
Entonces sonó el timbre. Robert se encaminó a abrir sin dejar de reír. Tal vez Emma se había adelantado.
—Nena, no vas a creer...
Se quedó helado.
No era Emma quien estaba ahí.
—¿No me dices nada?
Dale emitió una sonrisa descarada y el agujero volvió a su organismo. Se estiró para ver quiénes eran las personas que lo acompañaban y los saludó agitando la mano.
—¡Ah, tía Blair, tío Thom! No sabía que estaban aquí. ¿Pasaremos juntos la Navidad? Silencio. Después de todo, ¿qué más había qué decir?
—¿Por qué están tan callados? ¿Y por qué no me dejas entrar, papá? Muero de frío. No sé cómo toleras vivir en este cuchitril.
Robert emitió un bufido que se acercaba al fastidio.
—Yo no sé cómo pudiste venir sin previo aviso, Dale. Te informo que voy de salida.
Dale lo ignoró y lo rodeó para entrar.
—¿Y a dónde ibas, si se puede saber?
—No se puede saber —espetó con dureza y cerró la puerta de un golpe—. Lo que sí te concierne es que me voy ya, así que imagino que debes ir a instalarte en tu hotel, o volver a casa con tus padres, ¿no?
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El amor que construimos
Romance¿Y si el amor de tu vida es 20 años menor que tú? ¿Cómo saber cuál es tu hogar en el mundo? Robert Harris, un escritor atractivo y talentoso, llega a Norwich, Vermont, un pueblo donde parece vivir en un otoño permanente, con la intención de huir de...