Culpable #36

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[Carmen]

Me quedé mirando a Nadia con molestia sujetar mi brazo impidiendo que me deshaga para siempre del malnacido que me arruinó la vida y prometió acabarme algún día. Con fuerza le quité mi brazo.

—Carmen, no... no, no, te lo ruego, vámonos de aquí, si quieres golpealo no sé, esto es un delito ¿lo quieres asesinar con eso?— intenta detenerme.

Maldita sea, por eso siempre lo hice sola, maldita cobarde.

Sus súplicas inesperadas me jugaron todo en contra, ahora mis manos tiemblan sin parar, mi estómago comienza a dolerme.

—Basta, no me importa, y-yo tengo que hacerlo, tú no lo entiendes... vete— le pedí.

—No te voy a dejar ¿estás loca? Míralo no vale la pena que le hagas algo, no se ve nada bien, olvidalo— me insiste.

—Si te vas a quedar entonces no intervengas o serás la siguiente... bromeo, pero si te irá mal, nos pueden descubrir si  sigues  demorando esto— le advertí.

Me quité el  disfraz lo lancé al suelo sin darle importancia, viendo a Nadia arrinconada  en la puerta  de brazos cruzados y una perturbación en su expresión me garantiza que no seguirá interviniendo. En el suero le envié la primera dosis, de repente escuchamos voces viniendo hacía aquí, me apresure a  guardar las cosas en  la ropa de Nadia cuando se acercó a mí, la puerta se abrió, me inclino hacía Gabriel para fingir encima de él que estoy llorando desconsolada.

—Disculpen... Loren, me pidió que les avise que  el horario de  visita acabó, con permiso, las espero afuera—  nos avisa una enfermera supongo no he volteado  a verla.

Esa mujer salió, me  levanté dándole un puñetazo a Gabriel  en el estómago, me apresure a tomar el uniforme que robé y tirarlo por la ventana, ambas salimos, yo corrí llorando hasta afuera del internado, me fui al estacionamiento por el auto, me subí, veo  a  Nadia caminar lento, se ve traumatizada.

¿Qué haré con ella?.

Ella entró al auto conmigo me giró hacía donde está con fastidio, miré en la parte de atrás su mochila, vuelvo a verla.

—¿Qué hacen tus cosas atrás?— le pregunté.

Se ve muy incómoda y avergonzada, agachó su cabeza, trata de alcanzar su mochila, se lo impido.

—Tengo que ir a la universidad... t-te iba a pedir que me alcances, pero descuida, igual no te fui de ayuda, lo siento— se disculpa.

—Tú— dije, le extendí mi mano —. Tienes las dosis, damelas ahora y no te  preocupes, si lo arruinaste, pero ya está, yo te llevo, lo que si mucho tiempo no  me queda, no quiero que  los demás noten que no está el auto.

A mayor velocidad la llevé a sus clases, guardé las dosis en mi bolso, regresé a mi casa, de una punta a otra de la ciudad conduje, ya me  duele el  trasero honestamente de estar sentada tanto tiempo, dejé el auto en las mismas condiciones en las que lo encontré, también le cargué gasolina por cierto.

Me puse la pijama y regresé a la cama con Leo que está profundamente dormido, lo abrazo por detrás, él siempre se acuesta sin camiseta por lo que tengo las oportunidades de poder sentirlo en este momento su piel descubierta, dejé besos en su espalda, acaricio su abdomen, intento despertarlo para que bajemos a desayunar y luego me lleve al trabajo (Gabriel me dejó sin auto) ¿por qué no se murió aquella vez simplemente?.

—Mi amor ¿no te  vas a despertar acaso? Tenemos cosas que hacer— le susurro cerca de su oído.

—Aún no, ni siquiera la alarma sonó...— a penas la nombró y comenzó a sonar desde su celular, soltó un pesado suspiro antes de apagarla, se voltea a verme con un ojito abierto —. Esos segundos de sueño valen oro, Carmen ¿por qué te despertaste antes? Por un buen tiempo no te sentí a mí lado— me habla con esa preciosa voz ronca que sólo cuando recién se despierta puedo apreciar.

Mientras estaba vivaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora