2 | 13: "Ahora me toca a mí"

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Pasaron esos dos días en un suspiro, una bruma de emociones contradictorias que me envolvieron en un torbellino. Traté de mantenerme ocupada, de no pensar demasiado en lo que había ocurrido la noche del evento. Pero cada vez que cerraba los ojos, la imagen de Marcos y su mirada llena de tristeza me perseguían.

Finalmente, el día llegó. Me desperté con una sensación de vacío, sabiendo que era el día en que Marcos se iría. Intenté no pensar en ello, pero cuando mi celular vibró, el nudo en mi estómago se hizo más fuerte. Era un mensaje de Marcos.

"Ya estoy en el avión, te voy a extrañar Julieta."

Leí el mensaje una y otra vez, sintiendo cómo mi corazón se ablandaba un poquito más con cada lectura. La realidad de su partida golpeó fuerte: no había fecha para volver a vernos. La idea de no tenerlo cerca, de no escuchar su risa o sentir su abrazo, me dejó una sensación de pérdida que no había anticipado.

Aunque había tratado de convencerme de que todo estaba bien, de que mi decisión era la correcta, ahora me sentía atrapada en una maraña de dudas y arrepentimientos. Miré la pantalla del celular, queriendo responder, pero sin encontrar las palabras adecuadas.

Dejé el celular a un lado y me tiré en el sillón, mirando al techo. Las lágrimas comenzaron a rodar silenciosamente por mis mejillas. Había tomado una decisión, sí, pero eso no hacía que el dolor fuera menor. Había perdido a Marcos de nuevo, y esta vez, la separación parecía definitiva.

Mientras los minutos pasaban, me di cuenta de que tenía que encontrar una manera de seguir adelante, de vivir con las decisiones que había tomado. Pero en ese momento, todo lo que podía hacer era dejar que la tristeza me envolviera y esperar que, con el tiempo, el dolor disminuyera.

Mientras intentaba calmarme en el sofá, el timbre del departamento sonó inesperadamente. Me levanté, limpiándome las lágrimas con el dorso de la mano, y me acerqué a la puerta con una mezcla de curiosidad y recelo. Al abrirla, me encontré con mi mamá y mis hermanas, todas sonriendo con calidez. Llevaban un par de tartas y bolsas llenas de golosinas.

— Hola, Juli —dijo mi mamá, intentando sonar alegre—. Pensamos en pasar una tarde juntas, trajimos algunas cosas ricas.

Una parte de mí quería cerrar la puerta y dejarlas fuera, pero otra parte, la que siempre anhelaba el amor y la cercanía familiar, las dejó entrar. Nos sentamos en la sala, y por un rato intenté mantener la compostura, escuchando sus charlas superficiales sobre la vida cotidiana.

De repente, no pude contener más la ola de emociones que me ahogaba.

— No entiendo qué hacen acá —dije con frialdad, interrumpiendo una conversación trivial.

Mi mamá me miró confundida.

— ¿Qué pasa, Juli? —preguntó, preocupada.

— ¡Ya sé toda su mentira! —grité, sintiendo cómo las lágrimas comenzaban a brotar de nuevo—. ¡Ya sé que me llenaron la cabeza contra Marcos aprovechando que no me acuerdo de nada mientras estuve en coma! No tienen idea del dolor que me generaron. Me hicieron odiarlo, alejarme de él, cuando siempre estuvo para mí.

Mis hermanas se quedaron en silencio, atónitas, mientras mi mamá me miraba con una expresión de dolor y arrepentimiento. Finalmente, se acercó y tomó mis manos, mirándome con ojos llenos de lágrimas.

— Juli, perdóname.. tus hermanas no tienen nada que ver. —dijo, su voz quebrándose—. Nunca quise hacerte mal. Solo quería cuidarte. Sentí que con Marcos en Alemania estabas desprotegida, y ese accidente... me hizo sentir que tenía que protegerte de alguna manera.

— ¿Protegerme? —repliqué con amargura—. Me alejaron de la única persona que realmente me hace feliz. Me hicieron vivir en una mentira, mamá.

— No sabía cómo manejarlo —dijo mi mamá, las lágrimas corriendo libremente por su rostro—. Pensé que alejarte de él sería lo mejor para vos, para mantenerte segura. Pero veo ahora cuánto te lastimé..

Una vez más, vuelve conmigo. - MARCULI Donde viven las historias. Descúbrelo ahora