2 | 16: "A distancia"

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Pasaron unos días desde que Madison se fue del departamento y ahora estoy en el aeropuerto, despidiendo a Julieta que vuelve a Argentina. Aunque la despedida es difícil, hay un sentimiento de paz al saber que, al menos por ahora, todo está en su lugar.

Julieta y yo caminamos hacia la puerta de embarque, nuestras manos entrelazadas. Cada paso hacia su partida hace que mi corazón se sienta un poco más pesado. Nos detenemos justo antes de la seguridad y nos miramos a los ojos, sin necesidad de palabras.

—No puedo creer que ya te tengas que ir —dije, mi voz temblando ligeramente.

Ella me sonríe, su mirada llena de cariño y comprensión.

—Yo tampoco quiero irme, Marcos. Pero sabes que tengo que volver. Mi familia, mi trabajo... todo está allá.

Asentí, entendiendo perfectamente. Pero la idea de estar sin ella nuevamente era difícil de aceptar.

—Lo sé. Solo desearía que las cosas fueran diferentes. Que pudieras quedarte aquí conmigo.

Julieta acarició mi mejilla suavemente, su toque reconfortante.

—Vas a estar bien. Esto no es una despedida para siempre. Prometo que nos vamos a volver a ver. Y mientras tanto, podemos hablar todos los días, mantenernos en contacto. No voy a desaparecer.

Sonreí, aunque sentía una punzada de tristeza. Sabía que lo decía en serio y que haríamos lo mejor para mantenernos conectados.

—Voy a extrañarte mucho, Juli —dije sinceramente.

—Y yo a vos, Marcos —respondió, inclinándose para besarme suavemente la mejilla.—. Te amo.

—Te amo —repetí, sosteniéndola un poco más cerca.

Nos separamos lentamente, sabiendo que era el momento. Julieta agarró su bolso y me dio una última mirada antes de dirigirse hacia la seguridad.

—Cuídate mucho, ¿sí? —dijo, sonriendo a través de las lágrimas que amenazaban con brotar.

— No llores por favor que me dan ganas de secuestrarte y que te quedes conmigo para siempre.— Le dije sosteniéndola de las mejillas con delicadeza.

— Vamos a estar lejos pero más cerca que nunca, mi amor.— Me dijo mirándome a los ojos.

Me había dicho mi amor. Había escuchado decirme así después de tanto tiempo.

— Como me dijiste?.— Le dije acariciando sus mejillas.

— Mi amor.— Me dijo con una risita y la vi hacer puntitas de pie para alcanzar a mi rostro y darme un corto beso en los labios.

Cuando nuestros labios se encontraron, todo el ruido y el bullicio del aeropuerto desaparecieron. En ese instante, solo existíamos Julieta y yo, fundidos en un abrazo que prometía no soltarse jamás. Sentí una oleada de emociones, una mezcla de alivio, felicidad y amor tan intensos que casi me abrumaron. El sabor de sus labios, la suavidad de su piel, el calor de su cuerpo contra el mío; todo era tan familiar y, al mismo tiempo, tan nuevo después de tanto tiempo separados.

Besarla de nuevo era como volver a respirar después de estar conteniendo la respiración durante meses. Cada segundo que pasaba, sentía que la distancia y la espera valían la pena. Mis manos temblaban un poco mientras la sostenía, temeroso de que si la soltaba, todo esto resultara ser solo un sueño del que no quería despertar.

Julieta respondió con igual fervor, sus manos entrelazadas en mi cabello, acercándome aún más a ella. Su beso era una promesa, una reafirmación de todo lo que habíamos compartido y de lo que aún nos esperaba. En ese momento, todos los miedos y las dudas se desvanecieron, reemplazados por la certeza de que, juntos, podíamos superar cualquier cosa.

Una vez más, vuelve conmigo. - MARCULI Donde viven las historias. Descúbrelo ahora