Prólogo: Luna Demoníaca

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La noche no es más que un manto sombrío que cubre nuestro mundo, un velo tras el cual se ocultan secretos oscuros y ancestrales. Es un período donde nuestros cuerpos descansan y recuperan energía, pero también es el dominio donde el mal despliega sus alas. Mientras la sociedad se sumerge en su monótona rutina de trabajar, dormir y repetir, algo siniestro se esconde en las sombras, aguardando su momento para atacar.

Corría a través de un bosque espeso y tenebroso, perseguido por criaturas que no dejaban de acosarme. Durante semanas, había sentido su presencia tras de mí, implacables y despiadadas. Los ecos de sus pasos resonaban en mi mente, recordándome aquel fatídico día una y otra vez.

Mis piernas, agotadas y temblorosas, empezaban a fallar, pero en lo más profundo de mi ser, sabía que mi destino estaba cerca. Al divisar un acantilado, comprendí que mi única esperanza de escapar de los nukubos era saltar. Con una determinación feroz, me lancé al vacío, sintiendo el aire cortar mi rostro mientras caía y rodaba hasta recuperar la postura. La adrenalina aún latía en mis venas cuando continué, siguiendo el rastro inconfundible hasta un prado donde Levine me aguardaba, expectante.

-Aiden, me complace verte aquí -dijo, su mirada penetrante y su presencia imponente.

-Ozan -murmuré. Mis ojos recorrieron su figura admirando su rostro, su porte tan elegante como narcisista y sobretodo su cabello plateado. No había duda, era él en su forma humana.

-Me agrada saber que aún recuerdas ese nombre después de tanto tiempo. Pero mira bien -se señaló a sí mismo-. Soy Levine, Alexander Levine. -Sonrió con tranquilidad.

-No importa -exhalé con desdén, mirándolo con determinación-. ¿Dónde está Reik? -Levine esbozó una sonrisa cínica-. Sé que lo tienes.

-Vaya -rió sarcásticamente-. Supongo que pediste su ayuda.

-¡¿Dónde está?! -exclamé con furia.

-Lamento decirte que no podrás verlo -dijo con ese tono narcisista que siempre lograba sacarme de mis casillas.

Sentí cómo mi monstruo interior se apoderaba de mí, rugí y dejé que mi lobo demonio emergiera.

-Es impresionante, ¿no crees? El poder que posees -Levine lamió lentamente sus labios-. Pero guarda esos colmillos, no necesitas demostrarme nada. No tienes idea de las cosas que he presenciado.

-No puedo ni imaginar las atrocidades que se pueden ver en el infierno.

-Tienes razón, no lo imaginas -respondió Levine mientras retrocedía un par de pasos-. ¿Deseas encontrarte con tu alfa, verdad? Por eso te alejaste de tu familia y amigos -Levine comenzó a reírse mientras se alejaba-. Eres un chico muy especial, Aiden. Te has alejado de todo lo que amabas, incluyendo a... -Hizo una breve pausa para reflexionar-. ¿Cómo se llamaba esa chica?

-Cállate -respondí.

-No, permíteme recordarlo -dijo Levine, abriendo sus ojos con una expresión desagradable-: Chloe.

El nombre salió de su boca y reaccioné de inmediato, lanzándome hacia él. Sin embargo, Levine extendió su mano y me dejó paralizado, sintiendo cómo la energía demoníaca comprimía mis músculos.

-No tan deprisa, Aiden -dijo mientras cerraba el puño, torturándome. Sentí cómo todos mis huesos, músculos y nervios se tensaban, causándome un dolor insoportable-. Eres tan patético que aún te aferras a la ilusión de poder rescatarla, ¿verdad? -Mantenía su sonrisa burlona.

-No te atrevas a mencionarla. -Cada palabra salía con esfuerzo de mi garganta comprimida.

-¿A quién te refieres? ¿A la hermosa doncella? ¿La mujer que solo te quiso por ser un hombre lobo? -respondió con una sonrisa cínica.

Mis mejillas se enrojecieron de furia y sentí cómo el calor crecía en mi rostro. -Cállate -dije con esfuerzo.

De repente, un grito interrumpió el momento y vi a Reik lanzarse contra el demonio. El dolor desapareció y logré levantarme. Levine había inmovilizado a Reik con el mismo hechizo con el cual me torturó.

-¡Suelta a Reik! -grité, clavando mis ojos en los suyos.

-¿No harás nada, Aiden? -preguntó, sacando una daga de su gabardina negra.

Cuando su mano emergió lentamente, la imponente daga blanca de Jedutún destelló bajo la luz lunar. -¿Qué estás haciendo? -inquirí con voz temblorosa, invadido por un miedo profundo.

-Lo mismo que ustedes me hicieron hace catorce años -respondió. En sus ojos demoníacos no había rastro de humanidad, solo un vacío profundo y oscuro.

-No, por favor, detente. ¡No lo hagas! -Una oleada de frustración y tristeza se apoderó de mí mientras una lágrima resbalaba por mi mejilla.

-Lamento mucho esto, Aiden -pronunció con una sonrisa macabra.

-¡Por favor no lo mates! -supliqué.

-¡Ya es suficiente, Aiden! -gritó Reik-, no malgastes tu tiempo implorándole clemencia a un demonio. -Sus ojos, llenos de tristeza, se clavaron en los míos-. Márchate de aquí, huye y encuentra a la manada.

-Pero...

-¡Basta, Aiden, largo!... -Las palabras de Reik se extinguieron con el letal golpe de aquella daga. Presencié impotente cómo su vida se desvanecía.

-¡REIK! -Un grito desgarrador escapó de lo más profundo de mi ser, mezclado con el viento y la desolación.

Los demonios no son solo leyendas, son reales. ¿Cómo lo sé? Porque he tenido la desgracia de enfrentarme a uno de ellos. Pero mi trágico relato no comienza aquí, sino hace más de una década, en un año que marcó un giro radical en mi vida, sumiéndome en un abismo de oscuridad y dolor.

Rosas Plateadas (#PGP2024)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora