Capítulo 09: Un Nuevo Despertar

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Habían transcurrido dos días desde que recibí el alta hospitalaria, y el lunes volvería a mis clases. Espero que todo salga bien. Algo muy extraño me había sucedido, ya que después de lo ocurrido en el bosque, me sentía con más energías. No creo que se deba únicamente a la desaparición del cáncer. Era de noche y me dormí, deseando estar listo para el día siguiente.

Al despertar temprano al día siguiente, y después de casi morir, decidí aprovechar el día al máximo. Me levanté temprano para hacer lo mejor posible. Indudablemente fue una experiencia que tuvo sus aspectos negativos, pero me cambió para bien. Me metí al baño y tomé una ducha. Al regresar a mi habitación, me vi desnudo frente al espejo y no podía creer lo que veían mis ojos. Mi delgadez había desaparecido y ahora tenía un cuerpo marcado, como el de un atleta profesional, con músculos en los brazos, pectorales y abdominales, incluso los tan anhelados "cuadros" en el abdomen. Tenía todo esto sin haber hecho ejercicio. ¿Qué le ocurría a mi cuerpo?

Aunque me sorprendió, no le di mucha importancia al principio. Me puse una camiseta que me quedaba ajustada y busqué una más ancha. Luego bajé a desayunar.

Estaba ansioso por volver al colegio, aunque tal vez un poco nervioso, anhelaba reencontrarme con Sofía, mis amigos y retomar mi vida.

—Buenos días, hijo... ¡Vaya! —exclamó mi madre asombrada—. ¿Cuándo empezaste a usar esteroides?

—Nunca los he probado. Tal vez sea porque ahora estoy sano —respondí.

—El médico mencionó que tu cuerpo empezaría a experimentar una serie de cambios, pero no pensé que serían tan rápidos —comentó mi madre.

—Yo tampoco —le dije mientras me sentaba a desayunar, y la expresión de mis hermanos y de Harry al verme fue la misma que la de mi madre—. No me pregunten qué me pasó, porque ni siquiera lo sé yo —aclaré.

—Estás muy bueno, hermanito. Tal vez Sofía si te pele ahora —dijo Julia.

—Pues ahora que lo dices. —Me sobé la barbilla—. Tal vez es lo mejor que me ha pasado. —Le guiñé el ojo.

—Aprovecha esta segunda oportunidad que Dios te está dando, no la desperdicies en banalidades —dijo mi madre.

Me mofé. —Estoy seguro de que Dios no tiene nada que ver en esto, pero no te preocupes, no tengo pensado desperdiciar esta segunda oportunidad.

—Le debes tu vida, Aiden, aunque no creas en él —aclaró mi madre.

—No, le debo mi vida a la cosa que me mordió en el bosque —confesé.

Mi familia me repudió con la mirada, según ellos, por mi falta de humildad. Yo era humilde, solo que no creía en un ser divino, todopoderoso y bondadoso, que no hace nada con respecto a las maldades del mundo.

Después de desayunar, me monté en mi bici, y me puse en marcha para ir al colegio. Pedaleé como nunca, alcanzando una velocidad increíble y tomando las curvas de forma profesional, con reflejos prácticamente sobrenaturales que también me servían para esquivar el tráfico. Disfrutaba de eso, sentía la adrenalina recorrer mi cuerpo, mientras respiraba y sentía el aire de la libertad y sobre todo de la vida.

Llegué al colegio, guardé la bicicleta y me acerqué a la puerta. Me quedé pensando en lo que las personas podrían estar pensando de mí, estaba dudando.

—Aiden. —José me abrazó por detrás—. ¡Mierda! Deja los esteroides, consumir esa mierda es malo —advirtió.

—Ojalá —le dije.

Los chicos se acercaron a mí y me saludaron.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Leo.

—Debes estar bien si te metes esteroides —mencionó Miguel.

Rosas Plateadas (#PGP2024)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora