Capítulo 50: Búsqueda Desesperada

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-¡Ahhhhh! -Un grito escapó de mí, ahogado por la frustración. Desde la desaparición de Sofía, mi mente no ha conocido reposo. No puedo permitir que se convierta en víctima de ese demonio.

-¿Qué pasa, Aiden? -Julia expresó su preocupación.

Mi madre, Harry y mis hermanos se inquietaron al verme frente a la computadora, puños tensos y ojos cansados de días dedicados a descifrar un acertijo milenario.

-Sí, sí, tranquila -respondí, inhalando profundamente.

Mi madre suspiró y se acercó. -Ya, Aiden, ¿no crees que mereces un descanso? -me instó.

-¿Descanso? Han pasado 4 días desde que Sofía desapareció, la policía no sabe nada, mientras ella... -Guardé silencio-. Nadie sabe dónde está o si está viva. -A pesar de que la lógica indica que Sofía podría estar viva hasta la luna nueva, algo en mi interior sugería lo contrario.

-Llevas desde antier buscando cosas en la computadora. ¿En serio crees que la respuesta está en internet? -cuestionó Julia.

Me burlé. -No lo sé, tal vez haya alguna pista. -Levanté las cejas.

-Aiden, déjale este trabajo a la policía, no te estreses demasiado -sugirió Harry.

-Sí, se lo dejo a ellos. Han pasado dos meses desde que ocurrió la primera desaparición, y aún no saben nada. -Mis palabras dejaban entrever el dolor infernal que me provoca ser responsable de la desaparición de la mujer que amo-. No lo sé, pero no puedo quedarme de brazos cruzados. -La tristeza empezó a apoderarse de mi mente, recordando sin razón aparente esos momentos felices con Sofía-. Tengo que encontrarla antes de que sea demasiado tarde. -Me levanté y me dirigí a la puerta-. Iré a tomar un poco de aire.

Las noches frente a la computadora me agotaron, y mi espalda clamaba por un descanso. Salí de la casa y me sumergí en una caminata por la solitaria calle bordeada por el bosque del pueblo. Todo estaba mal, no solo para mí, sino para todo el pueblo. Sentía algo, una sensación extraña y escalofriante, quizás vinculada a Ozan o a Sofía. ¡No lo sé, mierda!

Continué mi camino hasta llegar al pueblo, donde encontré a la familia de Sofía conversando con la policía.

-¿Qué haces aquí? -me espetó su madre, su mirada cargada de rabia. Estaba evidentemente molesta conmigo, y aún no comprendía por qué.

-Solo caminaba -respondí secamente. A pesar de ser la madre de la mujer que amo, no podía tolerar la frialdad con la que me trataban.

-¿Vienes a asegurarte de que la policía no te esté investigando? -dijo, con los brazos cruzados, juzgándome con su mirada.

-¿De qué hablas? -Fruncí el ceño.

-Tal vez no haya nada en tu contra, pero estoy segura de que tienes algo que ver en todo esto, eso nadie me lo quita. -Ella miró al oficial de policía-. Ya me escuchó, oficial, no hace falta que se vayan muy lejos; el secuestrador de mi hija está parado frente a nosotros. -No entendía su rencor sin pruebas sólidas.

-Señora, no haga acusaciones así, no se encontró nada en este joven -dijo el policía.

-No puedo creerlo, ¿en serio?, tan mal hacen su trabajo, hay personas desaparecidas antes que mi hija. -Su voz se quebró, sumiéndose en el llanto.

-Vaya a casa, señora, lo mejor es que descanse -dijo el oficial antes de marcharse.

-Lo siento mucho, ¿en serio? -le dije, mirándola.

-No necesito esa falsa empatía; nadie me quita de la cabeza lo que eres. Engatusaste a mi hija para ganarte su confianza y luego la secuestraste. -Sus acusaciones y su tono me molestaban profundamente.

-Se equivoca, yo amo a su hija...

-¡Basta! No ensucies esa palabra con tu boca. ¿Sabes? Todo el estado la busca, no solo por ser la modelo que nos representará en el concurso, sino por ser favorita para ganarlo. En estos momentos, Sofía debería estar en la capital ensayando para ganar el concurso, para dar otro paso hacia sus sueños. Todo por tu culpa, tu maldita culpa. Si tan solo no te hubieran conocido. -Ella entró en llanto. Sus palabras no podía negar que tenían razón; si tan solo no me hubiera conocido, no estaría en peligro-. Pero esto no se va a quedar así. No tienes oportunidad de escapar; todo el país está pendiente del caso de mi hija, y la van a encontrar. Me aseguraré de que te pudras en la cárcel, maldito...

-¡Cállese! -le grité, molesto y con un nudo en la garganta. Sus palabras eran hirientes. -Usted no sabe nada de mí.

-No lo necesito...

-No, no lo necesita. -Me acerqué a ella-. No necesita saber que su hija me amaba más que a su propia madre, porque, a pesar de todos sus fallos y tropiezos, yo estuve allí, incluso en su victoria cuando ganó la inscripción para ir a la capital. No recuerdo verla allí -dije, mirándola a los ojos, notando su incomodidad-. Si no estaba, fue porque nunca fue una madre para Sofía, nunca estuvo allí para ella. -Guardé silencio, sosteniendo su mirada-. ¿Pero sabe qué? Aún puede hacer algo por ella. ¿Sabe por qué me quedé a dormir la noche antes de su desaparición? Lo hice porque su esposo intentó violarla. Si de verdad ama a su hija, haga algo con ese hombre, hágalo por el amor que ella le tenía y por respeto a ella, si es que aún sigue con vida. -No sentí lástima por ella; esa mujer era de lo peor y me culpaba por su desaparición, solo porque Sofía me escogió a mí por encima de ella.

Dejé a esa mujer con esa duda, para ver si tendría la madurez suficiente para dejar a ese hombre.

Avancé en silencio, encaminándome hacia el puente donde mi padre había intentado quitarse la vida. Permanecí allí, sumergido en mis reflexiones, observando cómo el día se desvanecía lentamente. Solo faltaban dos días para la luna nueva, y la ausencia de pistas me sumía en las peores conjeturas.

-Hijo, ¿qué haces aquí? -reconocí esa voz, era la de mi padre.

-Papá, nada en especial. Solo estaba reflexionando. ¿Y tú? No me digas que...

-No, no, ni loco. -Se rió-. Solo estaba de paso, vengo del bosque.

-¿Del bosque? -Lo miré intrigado.

-Sí, hay un lugar muy bonito en lo profundo, un claro donde nacen las gardenias blancas -dijo.

-Ah, sí, lo conozco.

-Vengo aquí a pensar. -Él sacó un cigarrillo y antes de encenderlo, me miró-. Lo siento, es la costumbre de reflexionar con un cigarrillo -añadió.

-Descuida, ya no pasa nada. Estoy mejor y no creo que vuelva a caer. -Sonreí.

-¿Cómo estás? -preguntó.

-¿Qué quieres que te diga? Estoy mal.

-Sabes que la van a encontrar, estoy seguro de eso.

-Sí, quiero tener ese optimismo, pero no dejo de pensar en ella. Era muy inocente; no se merece esto.

-Ninguna persona lo merece. Esa niña tiene un futuro por delante, nadie merece que ese futuro sea cortado a medias.

Me mofé. -Esta noticia hizo que se retrasara el Miss Venezuela; ahora la prioridad es encontrar a Sofía.

-Es cierto, Aiden, no tienes porqué preocuparte. Todo el país está trabajando para encontrarla.

-Sí, solo que... Bueno, solo espero salvarla antes de que sea tarde. -Solté una risa nerviosa-. Jamás pensé que Sofía me correspondiera. Era una mujer especial, estaba fuera de mi liga. Aun así, logré enamorarla y tener unos momentos felices con ella. No sé qué va a pasar. La quiero encontrar y decirle que la amo, que es lo mejor que me pudo pasar. Quiero hacerla feliz, ayudarle con su sueño y apoyarla en todo. -Mi mente se inundó de una profunda tristeza al recordar el pasado con ella e imaginar el futuro; las lágrimas no tardaron en brotar. -Quiero encontrarla, papá.

-Ya, hijo, ya. -Mi padre me abrazó, recostando mi cabeza en su pecho-. Esto pasará, confía.

No me arrepentía de lo que había hecho; sé que Ozan me dio a elegir entre Sofía y mi padre, pero ya salvé a mi padre. Ahora salvaré a Sofía sin importar qué, y haré que cumpla su sueño. Lo prometo.

Rosas Plateadas (#PGP2024)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora