CAPÍTULO

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(32)

Flor:

Llevo horas plantada en el mismo sitio viendo cómo mí gente me muestra distintos proyectos para dar inicio a un nuevo negocio, pero ninguno de ellos me convence. Vuelvo a prestar atención cuándo uno de mis empresarios de nacionalidad Japonesa empieza a charlar por su idea.

—¿Desde qué edad? —Mí voz lo calla y todos me ven—. ¿Solo es para autores mayores?.

—Me gustaría que fuera para menores también, hay muchos autores adolescentes —Se me hace un poco gracioso y tierno a la vez su inglés—. Para que las personas conozcan a esos talentos que viven escondidos al no tener apoyo en lo que hacen.

—¿Cuál es el primer paso? —Sonrío en mis adentros cuándo el japonés intenta esconder su asombro y alegría—.

Se trata de que escritores de novelas o cualquier otra cosa ya sean menores o mayores de edad se unan a éste proyecto debería de decir yo, no es un negocio, es un proyecto el cuál te ayuda en tus obras creadas y en tú imagen, para que el mundo te conozca.

—Hay una red social que se basa en eso, miles y miles de historias, desde la más reconocida hasta la más desconocida —Habla un empresario alemán—.

—Sí, estás es lo correcto —Se llega a intimidar cuándo le dirijo la palabra, típico ya—. Bueno, entonces se llevará acabo éste proyecto, manos a la obra —Antes de que todos se retiren veo al japonés—. Heen, mis respetos a tú proyecto, me a agradado mucho.

Inclina su cabeza mientras también tiene sus manos juntas, brindándome una señal de respeto y agradecimiento por mis palabras. Todos se van de la gigantesca y lujosa sala de juntas mientras las dos puertas se vuelven abrir dándole paso a el amor más grande y puro que pueda tener en ésta vida.

—¡Mami! —Se abalanza a mí y yo la cargo mientras la lleno de besos en su pequeño e hipnotizante rostro por su gran belleza—. Mí abuelo Jacobo me trajo.

Acostumbra a decirle así a mí tío, a los tres los llama abuelo.

—¿Y en dónde está? —Le pregunta reparando varios mechones de su cabello negro azabache—.

—Creo que está hablando con tía Roxana —Me susurra haciendo que ría un poco—.

El hombre de cabello castaño y ojos marrones llega hasta nosotras y al estar cerca de mí deja un beso en mis labios, veo a la niña de mí vida quién solo se encarga de fruncir su entrecejo cuándo Christiano hace eso, no le gusta.

—¿Cómo te fué, amor? —Me pregunta—.

—Muy bien, ya tenemos un nuevo proyecto ¿Y a tí cómo te fué en la reunión? —Asiente dándome a entender que le fué bien, en eso mí tío Jacobo entra al lugar—.

—Mira, Pétalo, yo no te dí permiso para que vinieras hasta acá —Le reclama a mí hija y ella se larga a reír—.

—Mí mami es la dueña de todo ésto, sí tengo permiso —No sé cómo una niña de tres años tenga tanto ego ya—. Sí ella es poderosa yo también, Abu Jacobo.

A él hombre se le desfigura la cara cuándo lo llama así, no le gusta ya que dice que aún es muy joven para ser abuelo, él y sus cosas siempre.

—Ningún Abu. Tío Jacobo —Le repite lentamente para que entienda—.

—Tibu —Los tres la vemos sin entender nada—. Combinación entre abuelo y tío, Tibu.

Me tapo la boca impidiendo soltar una risa, mí tío la vuelve a tomar yéndose los dos a quién sabe dónde mientras empiezan con una discusión, típico de ellos dos cuándo están juntos.

Entre Mí CaminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora