CAPÍTULO

29 3 0
                                    

(43)

Dos malvaviscos por chocolate caliente...

Selene:

Agradezco al cielo cuándo esas dos cucarachas se van de la mansión. Me aproximo por las escaleras tratando de irme a mí habitación, pero veo que es imposible cuándo siento a Taylor detrás de mí.

—Suelta lo que me vas a decir por una buena vez —Me giro encarándome con él—.

—¿Cuándo te fuiste del pent-house? —Elevo ambas cejas—.

—¿Hasta horita es que te das cuenta que me fuí? —Medio río negando—. Ay, hermano.

Vuelvo a girarme retomando mí rumbo, me apresuro por los pasillos y cuándo tomo la manija de la puerta tratando de entrar cosa que me es imposible con ese hombre detrás de mí.

—¡Déjame en paz! —Me harto dirigiéndole la mirada—. ¿Qué quieres?.

—¿Te vas a vivir a Venezuela por mis palabras?.

Niego inmediatamente.

—No, el mundo no gira entorno a tí —Se cruza de brazos—. Ya es una decisión tomada, no me voy a quedar por tí, ni por nadie.

—Selene…

—¡Estoy cansada! ¿Sabes? Cansada de siempre estar en la penumbra, por más malo que se oiga, a veces me arrepiento de haberlos conocido porque estuviera en éste momento en mí habitación allá con mí tía y no aquí pensando en una y mil cosas para que alguien en la vida se llegue a preocupar por mí —Elevo un poco mí mirada tratando de que mis lágrimas no salgan—. Ahora, déjame en paz porque la única solución que tengo de ser feliz nadie me la vá arrebatar.

Termino de hablarle abriendo la puerta de mí habitación, paso a ella y cierro la puerta a mis espaldas dejándolo ahí parado. No tengo un carajo de ganas de nada, me cambio de ropa poniéndome una pijama en la mañanita me bañaré, tengo los ánimos por el suelo.

Apago las luces y me quedo paralizada un rato cuándo una luz relampaguea fugazmente en el lugar después un sonido estruendoso se hace presente, ¿Es en serio que vá a llover a éstas alturas de la vida? Aparto las sábanas de mí colchón para introducirme en el.

Abro el pronóstico del clima en mí teléfono, definitivamente vá a caer una tormenta, suspiro dejando el teléfono con la pantalla apagada en la mesita de noche que tengo al lado de mí cama. Los relámpagos y truenos son cada vez más repetitivos haciendo  que me haga un ovillo envuelta en distintas sábanas.

Las gotas de agua se hacen presente, cierros mis ojos encontrando la tranquilidad para dormir, no hay más relajación que dormir mientras escuchas la lluvia caer. Al yo estar de espaldas siento el lado vacío del colchón hundirse, me volteo rápidamente soltando una patada dejando caer a lo que sea que estaba aquí conmigo.

Escucho un quejido e inmediatamente me levanto para encender la luz y encontrarme con la imagen del hombre en el suelo alarmándome.

—¡Papá, pero cómo se te ocurre! —Se levanta y me percato que ya anda en pijama (que viene siendo ropa deportiva) me recordó a Flor—.

—Buena defensa personal —Me da una aprobación y se vuelve acostar en mí colchón, frunzo mí entrecejo—. ¿Qué?.

—¿Qué haces ahí?.

—¿No es sumamente obvio? —Sale su sarcasmo—. Ven a dormir y deja de verme.

Tomo una bocanada de aire yéndome a apagar la luz para volver a retomar lo que estaba haciendo. Un repentino trueno hace que me sobresalte un poco en mí lugar, ando muy nerviosa por lo de mañana que cualquier ruido hace que me asuste.

Entre Mí CaminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora