CAPÍTULO

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(33)

Taylor:

Dejo de verme en el espejo cuándo me percato que dos manos femeninas se pasean por mí abdomen, deja un beso en mí espalda para aparecerse frente a mí la morena, sus labios me buscan y me encuentran.

—Pensé que ya te ibas —Le hablo y niega un poco ofendida—.

—¿No quieres que esté aquí? —Me quedo callado sin responderle—. Tú papá me envió un mensaje diciendo que vayamos a la empresa.

—Adelántate, iré hacer algo antes de ir —Medio asiente no tan convencida—.

—¿A tú hermana no le caigo bien?.

Llega a preguntar, <<No me interesa sí le cae bien o no>>.

—No sé y ahora apúrate que se te hace tarde, Clara.

—Ya voy —Refunfuña antes de salir del baño—.

Me dejo caer en el asiento cuándo ya estoy en el lugar, el olor a tabaco se hace presente, el hombre tatuado por toda su piel toma asiento a mí lado preparando la aguja, le enseño el lugar dónde me tatuará es una séptima vez que vuelvo a visitar este lugar contaminado de bichos raros.

—¿Los ojos del lobo de qué color?.

—Esmeraldas —Asiente mientras me regala unos segundos de contacto visual, sus ojos están tatuados—.

Pasa el tiempo y le doy su paga cuándo termina. Camino por un callejón el cuál está contaminado por varias bolsas repletas de basura, escucho silbidos atrás, pero hago oídos sordos hasta que llega un momento en dónde me hastían.

—¿Estás sordo empresarito? —Les regalo una mala mirada a ambos hombres llenos de testosterona—.

—¿Qué mierda les pasa?.

—Dentro de dos días hay una pelea, y no encontramos a nuestro peleador —Empieza—. ¿Quieres serlo? Habrá buena paga.

—El dinero es lo menos que me importa —Refuto—. ¿Contra quién será?.

Se miran cómplices y después centran su atención en mí.

—Con el halcón, ¿Aceptas?.

No digo nada y eso le da su respuesta.

—Dentro de dos días a las once de la noche en el Vixal.

Al tener la información sigo mí camino subiendo la capota encima de mí cabeza. Llego a mí pent-house cruzándome con la niñata el cuál me escanea de arriba hacía abajo, pero deja de hacerlo volviendo a retomar su lectura.

Voy a mí habitación cambiándome de ropa para salir de volada a la empresa, no es que me importe llegar tarde, pero de verdad estoy dejando que las horas pasen. La vuelvo a encontrar en el mismo sitio y sé que por su forma de suspirar y comportarse tan seria tiene algún problema conmigo.

—¿Ahora qué diablos te hice? —Levanta su mirada haciéndose la tonta—.

—¿Para dónde andabas? —Me río incrédulo—. No te rías que es algo serio, no pegué el ojo en toda la desgraciada noche por solo esperar que pasaras por el ascensor.

Entre Mí CaminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora