CAPÍTULO

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(36)

Flor:

Shuyin, Mario y yo entramos al estacionamiento. Recibí una invitación por parte del equipo de los Nobéli, aún no tengo entendido a qué se debe ésto, pero al llegar aquí y ver todo me da a entender que vine a perder el tiempo.

—No es una reunión —Dice Mario más que claro a mí lado, es solo para pasar el rato entre bebidas, comidas y charlas cómo sí fuéramos grandes amigos—.

—Vámonos —Digo de una vez—.

—Srta. De Mayo —Quedo de espaldas paralizada, es ese gran hombre que lo quise y aún lo sigo queriendo—. ¿A dónde vá?.

—Holland —Le doy la cara mientras le regalo una sonrisa forzada—. Pensé que se trataba de una reunión más del trabajo —Mis ojos quedan en un sitio inmediatamente, y hago de todo por dejar de ver ahí—. Ya veo que no, así que nos retiramos.

—Oh, no —Se empina un poco su bebida para tragarlo y volver abrir la boca—. Por algo los invitamos, queremos que pasen una tarde con nosotros.

Veo a todos y más a un específico lugar, hago mal tercio aquí.

—No, paso —Me disculpo—. Gracias igual.

—¿Alguna vez me presenté con usted que sabe mí apellido?.

Aprieto mis manos.

—No, pero es mí deber saber con quién convivo en temas del trabajo —Medio asiente—. Fué un gusto.

Los tres nos damos vuelta con una prisa cómo sí nos están persiguiendo perros con rabia. Pero para al escuchar esa voz dirigida a mí, ellos también paran.

—¿Le surgió un imprevisto que ni pasó a saludarme, señorita? —<<Santa madre>>. Volvemos a dar la vuelta encarándolo—.

—Disculpe, no lo ví —Ignoro cómo me mira de arriba hacía abajo—. Bueno, sí nos permite nos tenemos qué marchar.

En eso la morena que estaba sentada en sus piernas hace rato se posa a su lado con un brazo rodeado por su cintura mientras me regala una sonrisa.

—¿Por qué? —Indaga—. No me digas que no quieres pasar una rato con nosotros.

¿Cuándo le dí permiso de tutearme?.

—Señorita —Trato de remarcar la palabra lo más que puedo para que vea que no hay ningún lazo de confianza para que me hable así—. O señora…

Ella vé al hombre a su lado y se ríe.

—No, no. No somos esposos —Sigue viéndolo—. Aún no —Intenta bromear, pero eso hace que me dé más rabia y no sé porqué—.

—Bueno. Nos vamos de aquí porque no pertenecemos a éste grupo —Intento ser lo más amable posible—. No queremos hacer mal tercio.

—No lo harán, por algo los invitamos —Ahora sigue Peter, de nuevo—.

Carajo.

Veo a mis dos hombres a mí lado y ellos discretamente me regalan una mirada dejándome todo el peso a mí, qué buenos son, gran ayuda me brindan. Me enderezo sí es que eso se puede hacer porque parezco a una militar y trato de sonreír.

—Ok, nos quedaremos —Termino aceptando—. Aunque no prometo durar toda la tarde aquí.

Taylor no hace o dice nada, mientras que la morena nos regala una sonrisa al igual que Peter y nos abren paso para entrar por completo al lugar, se van dejándonos solos y en eso aprovecho de hablar.

Entre Mí CaminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora