CAPÍTULO

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(21)

Flor:


Tomo el ramo lleno de crisantemos mientras pongo en marcha a mis pies, la brisa acaricia mí piel haciendo que mí cabello también se mueva a la par del viento.

Veo a los árboles que danzan, los pajaritos a lo lejos volando, el sol con sus rayos, el cielo con su azul claro tan hermoso.

Al estar ya en el lugar que no he visitado desde aquel trágico día me arrodillo colocando mí ramo de flores en uno de los distintos floreros.

Sonrío al ver que todo está bien cuidado cómo dijo mí papá, froto mis manos en la tela de mí pantalón viendo todo.

—Hoy es doce de Mayo, así que; feliz día, mamá —Me siento en el pasto mientras hablo con ella—.

Yo sé que está aquí conmigo, que me está viendo, siento su presencia.

—Lo siento al no visitarte desde aquel día, pero para qué contarte algo que sabes, porque yo sé que siempre has estado conmigo —Bajo mí mirada a mis manos reteniendo las lágrimas—. Eh, y bueno, acá estoy haciéndote compañía me comprometí yo misma pasar toda la tarde contigo, mujer mía.

Quito el bolso de mí espalda para sacar un libro, me acomodo mejor para ver las páginas de éste.

—Mira —Muestro el libro—. Doña Bárbara de Rómulo Gallegos, tú libro favorito —Sonrío devolviendo mis lágrimas—. De verdad entiendo perfectamente porqué es tú libro favorito, esa mujer es muy empoderada.

El transcurso de la tarde pasa en yo leer el libro decirle mí punto de vista sobre el, hay personas que también vienen a visitar a sus familiares trayendo con ellos ramos de flores, pero no duran tanto cómo yo.

Cuándo acuerde estoy acostada con la cabeza en mí bolso mientras sigo leyendo, la sombra se hace presente ya que el sol se empieza a esconder y es por eso que no me molesta la claridad al estar acostada.

—Y pues cómo te digo horita hay muchas historias impresionantes —Hablo cerrando el libro—.

Veo el reloj que tengo en mí muñeca, las cinco con cincuenta y un minutos de la tarde.

—Uy, mamá, lamentablemente me tengo que ir —Me quejo—. Es que no le dije nada a los empresarios que iba a salir para acá, me deben de estar buscando y esos deben ser tú amor y mí amor —Río al decir ese término—. Me encantó pasar la tarde contigo, siempre cuándo pueda vengo para seguir hablando hasta del último chisme del barrio.

Sonrío con gracia, ella siempre le encantaba mí sentido del humor, me levanto cuándo guardo todo en el bolso.

—Te amo, mami, sabes que te amo muchísimo —Me cuelgo el bolso en mí hombro para empezar a caminar hasta la salida del cementerio—.

Sí, yo la más mente retorcida decidí no traer mí auto, por eso ando caminando por las grandes calles de Caracas, hay mucha gente todavía, unos me imagino celebrando con sus mamás.

Tenía tiempo sin admirar la capital de mí país, sonrío cuándo veo a niños tomándose fotos con su mamá, paso por la plaza Bolívar, he tomado un rumbo sin parar, solo ando admirando todo, siento una paz que no he sentido en mucho tiempo.

En uno de los bancos de la plaza está un grupo de jóvenes tanto cómo chicas y chicos, se me quedan viendo al percatarse que me siento al lado del banco en dónde ellos se encuentran.

Mí vida, tú sí eres hermosa, Dios te cuide —Escondo mí risa al escuchar las palabras de una de las chicas—.

Tú también eres muy hermosa, mí vida —Le digo también, ella me sonríe alegre—.

Entre Mí CaminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora