Prólogo

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Imperial Beach, San Diego, dos años antes.


-Me iré, Emily, es un hecho.- susurró con la voz entrecortada.


No quería escucharlo, porque eso simplemente confirmaba que la peor de mis pesadillas se convertía finalmente en una realidad. No podía siquiera mirarlo a la cara. ¿Cómo se atrevía a dejarlo todo atrás? ¿Cómo era posible que luego de todo lo que habíamos vivido juntos, decidiera alejarse así como si nada?


Tomé una profunda respiración, permitiendo que el aire que llenaba mis pulmones descomprimiera el nudo que se había formado alrededor de mi garganta. Era como si alguien acabase de cavar un hoyo profundo justo en medio de mi pecho, o incluso como si hubiesen arrojado un balde de agua congelada por encima de mi cabeza. Me sentía completamente paralizada por la angustia, por el temor que me causaba perderlo para siempre.


Tragué saliva con fuerza y me obligué a contener las lágrimas que amenazaban con desparramarse por mi rostro. No me fiaba de mi voz para hablar, pero a pesar de ello, me aventuré a interrumpir el silencio que flotaba entre nosotros.


-¿Por qué?- fue todo cuanto conseguí decir.


Justin me observó detenidamente durante algunos segundos y se pasó una mano por el pelo, alborotando algunos mechones rubios aún más de lo habitual. Sabía que no quería volver a repetírmelo, que ya habíamos tenido esta conversación antes, y que nunca ninguna de ellas había terminado bien, pero necesitaba que me diera una buena razón por la cual no podía quedarse.


-Te lo he dicho millones de veces, Em...


-¿Porque quieres seguir tus sueños y convertirte en una estrella de rock? ¿Porque la universidad a la que quieres asistir está malditamente lejos de aquí?- lo interrumpí, rompiendo en un llanto histérico e incontrolable.- Justin, tienes toda una vida hecha en Imperial Beach... ¿de verdad estás dispuesto a sacrificarla?


-Mamá siempre me ha dicho que para alcanzar nuestras metas es necesario hacer sacrificios...- estiró un brazo por sobre mis hombros, y me vi tentada de alejarme de él. Las paredes de mi habitación parecían cerrarse por encima de nosotros y achicar cada vez más el espacio. Ni siquiera podía pensar con claridad.- Me mudaré a la ciudad de San Diego, y eso ya es algo definitivo...


-¡Pues al diablo con tu maldita mudanza, Justin!- grité, levantándome rápidamente de sobre mi cama con un salto. Era como si todo se derrumbase a mí alrededor y únicamente quedasen los escombros conformados por mis piezas rotas. Me sentía traicionada. Justin había sido mi mejor amigo desde el preescolar, ¿cómo se suponía que seguiría adelante sin él?


Sentí mis piernas flanquear, y tuve que sentarme en el suelo para evitar caer de rodillas. Justin se acomodó a mi lado, y acarició mi mejilla suavemente con la palma de su mano, atrapando una lágrima con la yema del pulgar. El gesto me resultó tan íntimo y tan dulce, que el torbellino de emociones que me abrumaba pareció disolverse, al menos durante algunos segundos.


-Oye, yo sé que es difícil, pero...


-Pero, ¿qué hay de tu familia, de los chicos...? ¿Qué hay de mí?- pregunté.- ¿acaso no podemos ser parte de tu sueño?


-Santo Dios, Emily, eres toda una cabezotas cuando quieres...- Justin dejó escapar una carcajada un tanto forzada y me atrajo hacia él, estrechándome con fuerza entre sus brazos. Por el momento, esconder la cara en su pecho y perderme en el calor que emanaba de su cuerpo parecía ser mi mejor opción. Cerré los ojos e inhalé el delicioso perfume que desprendía su ropa; quería recordar cada detalle de él, para luego poder reproducir su imagen en mi memoria cuando ya no estuviera cerca.


-¿Por qué no puedes quedarte?- rompí el abrazo, alejándome de Justin apenas lo suficiente como para poder contemplarlo fijamente una vez más. La tenue luz de la luna que se filtraba a través de la tela blanca de las cortinas delineaba a la perfección los rasgos bien definidos de su rostro. Demonios, iba a extrañarlo tanto...


-Porque simplemente no puedo, ya no tengo manera de echarme atrás a estas alturas de la partida. El autobús rumbo a San Diego saldrá de aquí en un par de horas, Em. Me dije que haría esto por mí, porque tengo derecho a elegir mi futuro... y mudarme fue lo que elegí.- su voz sonaba firme y serena en medio del silencio que zumbaba en el aire, y si bien Justin se encontraba a apenas unos pocos centímetros de distancia de mí, sentía que ahora nos separaba un abismo que crecía conforme transcurría el tiempo.


Se iba, y no había nada que yo pudiera hacer para evitarlo.


-Estás comportándote como un egoísta.- le solté sin más. Las palabras habían brotado de mi boca antes de que pudiera siquiera procesarlas. El dolor que subía por mi espina dorsal era tan demoledor que apenas sí tenía noción del efecto de mis comentarios.


Justin se puso en pie de inmediato y atravesó el cuarto a toda velocidad. La grieta entre nosotros volvía a agrandarse, y realmente ya no había manera de revertirlo.


-Aquí la única egoísta eres tú, que en lugar de aceptar mi decisión me lo haces todo más difícil e intentas retenerme. ¿Por qué no puedes dejarme en paz y ya?- me espetó, dirigiéndome una mirada envenenada.


-¡Porque te quiero, Justin! Te quiero...- confesé entre sollozos.




ENTRECRUZADOS [Justin Bieber Y Tú]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora