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Me desperté con una sensación de inquietud. De hecho, me había propuesto dormir a pierna suelta, pero era evidente que mis propósitos no habían servido para nada. Debía de ser muy temprano. Mis párpados se resistían a abrirse, por lo que solté un gruñido y tiré de la colcha hasta cubrirme la cabeza.
Me sobresalté al oír ruido en la habitación. Poco a poco, asomé la cabeza y parpadeé medio dormido ante la luz del sol que caía directamente sobre mi cama.
San estaba sentado en mi cuarto. Más concretamente, se había acomodado en mi silla con los pies cruzados sobre el escritorio. Se me quedó mirando impasible, como si entrar en mi habitación y observar cómo dormía fuera la cosa más normal del mundo.

- Buenos díaaaaaas.

Su voz me llegó cargada de ironía, y tuve que reprimir las ganas de lanzarle algo a la cabeza.
Pocas horas antes había celebrado una fiesta en casa y sin duda alguna había dormido menos que yo. ¿Cómo podía estar allí sentado, fresco como una rosa?

- Café- gemí contra la almohada-. Sin café, Wooyoung no habla.

Me sorprendió la mirada divertida que me dedicó. Normalmente su rostro parecía más bien el de alguien que mira por la ventana y descubre que hace mal tiempo. O el de alguien que mastica limones a todas horas. En esos momentos, en cambio, me miraba con una expresión simple y llanamente divertida. Después de lo ocurrido la noche anterior, había imaginado cualquier cosa menos eso.

- Quién me iba a decir que serías una de esas personas que se levantan con un humor de perros por las mañanas.
- Yo. Podría haberte avisado si hubiéramos mantenido una conversación normal el día de la visita.

Me incorporé hasta quedar sentado.

- Hay café en la cocina. Te he dejado un poco.

Lo miré con los ojos entornados, parpadeando entre la sorpresa y la desconfianza. ¿Estaba soñando, o realmente se estaba comportando con amabilidad? Algo no me encajaba. Sin embargo, el anhelo de tomar por fin el elixir de la vida se impuso al recelo, por lo que me coloqué bien la camiseta, me levanté y busqué mi jersey con la mirada.

- Toma- dijo San lanzándome la prenda de color gris a la cara-. Y asegúrate de que te despiertas del todo.
- ¿Por qué?

Antes de salir de la habitación, me volví una vez más para mirarlo. Había cruzado las manos en la nuca y me estaba inspeccionando de los pies a la cabeza.

- Tenemos cosas que hacer hoy- anunció, y en su voz grave detecté un matiz que no supe interpretar. Simplemente era demasiado temprano y yo estaba demasiado cansado para descifrar de qué se trataba.

Negando con la cabeza, llegué hasta la cocina. El piso ya estaba limpio y ordenado, no había ni rastro del caos de la noche anterior. En su lugar, el aire estaba impregnado del olor de los productos de limpieza, que se mezclaba con el del café recién hecho.
Cogí la taza más grande que encontré y la llené hasta arriba. Luego abrí el frigorífico buscando algo de leche, pero recordé que en el armario que tenía debajo del escritorio había guardado algo mucho mejor. Con la taza en la mano volví a mí cuarto.
Ignorando por completo a mi compañero de piso, que por supuesto seguía en el mismo lugar, me agaché para abrir el compartimento inferior de mi escritorio. De reojo pude ver cómo San me miraba con la frente arrugada.

- Tranquilo, que no me propongo hacer nada raro... Ah, ahí está.

Con una sonrisa triunfal, en el último rincón del cajón encontré un bote de crema de leche para el café. Agité la botella, retiré el precinto de plástico y vertí un buen chorro en mi taza. Enseguida se extendió por la habitación un agradable aroma a menta.

- Dime que no acabas de echarle crema de leche con aroma a menta al café- exclamó horrorizado. A continuación, se inclinó hacia delante y me quitó la botella de las manos-. ¡Qué asco!
- Eso es que no tienes ni idea- repliqué justo antes de tomar un buen sorbo y, luego, soltar un suspiro de placer-. Sabe genial. ¿Quieres probarlo?

Empezar (Woosan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora