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Durante los días siguientes intenté olvidar que mi madre me había llamado. Para ello me volqué por completo en los trabajos que tenía que presentar y pasé todavía más tiempo en la biblioteca y en la sala de ensayos, lo que no tardó en pasarme factura.
Cuando llegué a casa esa noche, San no estaba. Por primera vez desde que vivía con él, tenía todo el piso para mí solo. Aliviado, me dejé caer en el sofá, aunque me arrepentí enseguida en cuanto noté que varias partes de mi cuerpo empezaron a quejarse de las huellas que había dejado la última caminata por el monte. Todavía tenía agujetas en los muslos, un arañazo en el cuello y ampollas en los pies. Las horas que pasaba en la sala de prácticas no servían de ayuda para que todo aquello mejorase.
Decidí, que la mejor manera de solucionarlo sería tomando un baño. Así que cogí mi pijama. Me habría encantado poder llevarme el portátil también. Relajarme mientras veía mis series sería perfecto, pero no quería correr el riesgo de que el agua me estropeara el ordenador y, por otro lado, tampoco me apetecía morir electrocutado y que San encontrara mi cadáver desnudo en la bañera. Enseguida me metí a la bañera y me sumergí en el agua
Fantástico.
Cerré los ojos y disfruté de la calidez del agua.
Estaba tan ensimismado que ni siquiera presté atención al sonido que oí procedente del pasillo.
Acto seguido, San irrumpió en el baño y me arrancó del dulce letargo en el que me había sumido

— Pero, ¿qué...?
— ¡Fuera!— aullé levantando los brazos para cubrirme. Luego agarré la cortina de la bañera y la cerré a mi alrededor.

Sin embargo, mi compañero de piso no parecía dispuesto a salir del baño. Todavía reconocía su silueta en la cortina.

— San, por si no te has dado cuenta, me estoy bañando
— ¿Te importaría dejar de contaminar el piso con esos aromas dulzones? ¿Qué tipo de champú huele así?
— ¿Y a ti te importaría tener la amabilidad de largarte del baño y darme la llave de la puerta de una vez para que pueda gozar de un mínimo de intimidad?
— ¿ Y a ti te importaría explicarme por qué le has dicho a esa amiga tuya tan rarita que no tengo pareja y que me muero de ganas de estar con ella? Lleva varias semanas acechándome. Incluso tiene una copia de mis horarios de clase.

Su voz gruñona se acercaba cada vez más a la bañera, por lo que me apresuré a acumular tanta espuma como fuera posible en los sitios más importantes.

— ¿Cómo ha conseguido mis horarios de clase, Wooyoung?

Yo apreté los labios con fuerza para reprimir una sonrisa. Desde el principio había sabido que se acabaría enterando de un modo u otro. ¡Pero es que Madison no me dejó en paz hasta que se los hube dado! Estábamos en el mismo grupo de estudio y había insistido una y otra vez. ¿Qué quería que hiciera? ¿Decirle que no y arriesgarme a que me echara del grupo de estudio que ella había creado? A San le iban los royos sin compromiso, él mismo lo había admitido, no tenía motivos para ponerse de esa manera. Bueno, tal vez si, porque Madison es una chica y no un chico.

— Pensé que tal vez te apetecía un poco de compañía femenina, para despejarte así un poco de todos los chicos. Lo hice con buena intención, de verdad.
— Si, claro. Y yo soy Spiderman.

Oí que salía dando un portazo y, aliviado, respiré hondo una vez más. Sin embargo, pocos segundos después irrumpió de nuevo en el baño y apartó la cortina con brusquedad.

— ¡San!

La sonrisa que me dedicó fue tan maliciosa que por unos instantes sentí verdadero pánico. Luego levantó un recipiente enorme y vacío todo su contenido sobre mi cabeza.
El aullido que solté fue histórico.
El muy capullo me había echado agua  helada por encima. Enseguida me aferré a la cortina de la bañera e intenté protegerme con ella para levantarme y coger la toalla que me había preparado antes de meterme a la bañera. Me envolvió con ella, me froté la cara y fulminé a San con una mirada furiosa.

— Eso solo significa una cosa: guerra.

Él se había quedado apoyado en la puerta, con una mano hundida en un bolsillo y una ceja arqueada. La mirada de seguridad que me dedicó revelaba que me lo había visto todo.
Entorné los ojos en dirección al recipiente que había quedado tirado cerca de la bañera y no lo pensé dos veces. Lo agarré, lo metí en la bañera para llenarlo de agua y lancé su contenido en dirección a San. Le di de lleno.
Me traía sin cuidado lo que pudiera suceder a continuación, cualquier cosa valdría la pena después de haber visto aquella expresión de absoluta sorpresa en su rostro.
A él no sólo le quedó la camiseta empapada de agua y espuma, sino también el pelo y la cara. Las burbujas resplandecían por todo su cuerpo, parecía un hada a la que el viento hubiera devuelto los polvos mágicos que acababa de lanzar.
No pude evitar reírme.

— Eso ha sido un error— me amenazó.

Al cabo de un segundo se abalanzó sobre mí. Mi risa se transformó en un chillido mientras intentaba aferrarme a la toalla con las dos manos, temiendo que se me cayera después de haberme envuelto con ella con demasiada precipitación.
San se metió completamente vestido en la bañera. En un instante, la ropa le quedó empapada, aunque no pareció que eso le importará en absoluto. Me rodeó el cuello con un brazo y me inmovilizó con una llave mientras con la otra mano se hizo con el cabezal de la ducha. De reojo pude ver cómo regulaba el mando para que el agua saliera fría.

— ¡No!— exclamé, agarrándome todavía con los dedos a la toalla— ¡San, te lo advierto!
— Ajá, ¿y qué piensas hacer para evitarlo?— y aunque no podía verle la cara, su tono de voz reveló que estaba sonriendo

Intenté pisarle un pie con toda la fuerza de la que fui capaz, pero el agua impidió que tuviera el efecto que me había imaginado.

— Buen intento— dijo impasible.

Me agarró con más fuerza todavía.
Y abrió el grifo de la ducha.
Mi aullido quedó ahogado por el agua helada hasta que se mis labios no salió más que un balbuceo, puesto que el frió había expulsado todo el aire de mis pulmones. Ni siquiera la toalla me sirvió para protegerme del chorro de agua congelada.
Una ve superado el impacto inicial, intenté defenderme.
Aunque solo me quedaba una mano libre, en algún momento conseguí aferrarme a su brazo. Tenía la intención de pellizcarlo con fuerza, pero resultó que tenía los músculos demasiado duros y la piel demasiado resbaladiza. Solté un gemido de frustración e intenté zafarme de él. Al ver que tampoco servía para nada, decidí recurrir a lo poco que había aprendido en el curso de defensa personal al que había asistido en el instituto e intenté hundirle el codo en la barriga. Di en el blanco, pero no sirvió para doblegarlo, aunque si conseguí que cometiera un error: llevado por el instinto, se aferró todavía más a mí. Idiota.
No pudiendo soportar su peso ni un segundo más, intenté agarrarme en vano a la cortina. Abrí los ojos y tuve el tiempo justo para notar cómo puso la mano bajo mi nuca antes de que cayéramos en la bañera y las salpicaduras quedarán esparcidas por todo el cuarto de baño.
Unos puntitos de colores danzaban frente a mis ojos y solté un gemido de dolor. Había parado el golpe con el coxis.

— ¿Todo bien?— me preguntó San. Él había conseguido apoyarse en el borde de la bañera con un brazo, mientras que el otro le había quedado debajo de mi cabeza después de evitar que me golpeara la cabeza al caer—. ¿Wooyoung?

Solté un gruñido e intenté ubicarme. No me dolía la cabeza, sólo el codo izquierdo y la parte baja de la espalda. Parpadeé varias veces y levanté la cabeza con aire confundido.
San estaba pegado a mí y me miraba fijamente con unos ojos como platos. Noté su aliento en mis mejillas húmedas, respirando de forma rápida y entrecortada. En un gesto instintivo, le acaricié la mano y le aparté los mechones húmedos de la frente. Se acercó más a mí, hasta que su cara casi se emborronó ante mis ojos y noté la tensión de sus músculos en mi cuerpo. Mi respiración se volvió más superficial y noté cómo una sensación conocida se extendía por mi interior. Me quedé sin aire en cuanto me di cuenta de que era deseo. Cerré los ojos y clave los dedos en su brazo.
Eso pareció despertarlo del trance de repente, porque noté cómo su cuerpo se tensaba y, acto seguido, soltaba un taco.
Me quedé atónito.

— Era justo por esto que no quería compartir piso con un chico— me espetó con los dientes apretados.

Se levantó tan deprisa que casi pareció un gesto imposible. En un abrir y cerrar de ojos se largó del cuarto de baño cerrando la puerta tras de sí de un portazo.
Necesité unos segundos para que mi respiración se apaciguara de nuevo.
¿Qué demonios había ocurrido?

Empezar (Woosan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora