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Eché la cabeza hacia atrás y vacíe el vaso de tequila. A continuación, lamí la sal que me había echado en la mano y mordí la rodaja de limón.

No sabría decir cuántas veces había repetido ya la misma operación esa noche. Aguantaba mucho, tal vez demasiado, y tenía que beber bastante para notar los efectos del alcohol. Pero las paredes ya comenzaban a dar vueltas y empezaba a sentirme mejor

— ¿Cómo lo hace?— preguntó Jimin, señalándome. Yo estaba sentado entre él y Yeosang, en la barra de la discoteca.
— Ni idea. Debe de tener el hígado de acero— respondió mi amigo, contemplándome con cara de asombro.

Hígado de acero. Resoplé al pensar que debía de haberlo heredado de mi madre. Al fin y al cabo, ella tenía el corazón de acero.

Me di cuenta de que todavía pensaba con demasiada claridad y llegué a la conclusión de que necesitaba seguir bebiendo. Me incliné sobre la barra e hice una seña con la mano al camarero. Al cabo de pocos segundos apareció delante de mí otro vaso que enseguida levanté hacia él en señal de agradecimiento.

— Me apetece bailar— les dije a Yeosang y Jimin después de tomarme el tequila. Los arrastré hasta la pista de baile y comencé a moverme al ritmo de la música. Estaba borracho y rodeado de amigos, enseguida empezaría a sentirme mejor. Al menos, intenté convencerme de ello.

Al cabo de un rato, Jimin desapareció con un tío al que recordaba haber visto en alguna de las clases, y poco después Yeosang y yo conocimos a un grupo de gente y estuvimos bailando relajadamente con ellos. Ya pasaba de la medianoche cuando nos preguntaron si nos apetecía acompañarlos a una fiesta que se celebraba en casa de uno de sus amigos y no lo dudamos ni un momento.

El piso se encontraba dentro del campus universitario. De hecho, estaba a penas diez minutos de donde estábamos, pero buena parte de nuestro grupo ya tenía dificultades para andar en línea recta, por lo que acabamos tardando media hora en llegar. Ese día, Yeosang se lo había tomado con más calma que yo, lo cual no fue una mala idea en absoluto, teniendo en cuenta que íbamos a una fiesta en la que no conocíamos a nadie. En cualquier caso, se esforzó al máximo para conseguir que yo llegara sano y salvo.

Ya desde lejos divisamos el jardín repleto de basura y a los estudiantes apiñados frente a la entrada con vasos en las manos. El aroma que flotaba en el aire revelaba que estaban fumando algo más que simples cigarrillos.

Nuestros nuevos amigos nos presentaron al anfitrión y desaparecieron entre la multitud. La música era atronadora y no tardé mucho en arrastrar a Yeosang hasta la pista de baile improvisada que estaba al otro lado de la estancia.

— No te había visto nunca por aquí— me dijo un tipo al pasar. Un amigo que lo acompañaba empezó a charlar con Yeosang enseguida.
— Es mi primer semestre en el campus— respondí sonriendo y moviéndome ligeramente al ritmo de la música.
— ¿Te apetece tomar algo?

Lo observé con detenimiento. Tenía unos bonitos ojos verdes y el pelo de color arena, demasiado largo para mí gusto. Pareció como si me hubiera leído el pensamiento, porque justo en ese instante se lo apartó de la frente con la mano.

— ¿Por qué no?— contesté con una sonrisa mientras me encogía de hombros. Lo seguí hasta una mesa repleta de botellas de cerveza y otras bebidas alcohólicas.
— ¿Cómo te llamas?— me preguntó ofreciéndome un vaso con un líquido rojo. Cuando olí el contenido, no pude evitar fruncir la nariz. No soportaba los licores dulces, pero decidí que ese día haría una excepción.
— Wooyoung, ¿Y tú?
— Brix— dijo mientras brindaba.

Estuvimos charlando un buen rato y luego me presentó a más gente. Había luces de colores, y me estuve partiendo de risa con los chistes que contaban sus amigos. Al cabo de poco rato empecé a notar un calor agradable en el cuerpo. No tenía ni idea de lo que habían metido en la bebida que me había ofrecido, pero fuera lo que fuese era evidente que empezaba a hacerme efecto. Y me pareció perfecto, lo único que deseaba era no volver a experimentar aquella sensación de vacío insondable. Brix y yo estábamos muy cerca y cada vez me costaba más mantener mis dedos alejados de su ancha espalda y brazos musculados.

Empezar (Woosan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora