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San soltó una exclamación ahogada que reveló consentimiento y sorpresa al mismo tiempo. Agarrándolo por el cuello y por la nuca, deslicé mi lengua por encima de la suya y, más que oír su respiración agitada, la noté por todo mi cuerpo.

Joder, llevaba mucho tiempo esperando esto. En toda mi vida no había deseado a nadie tanto como a él.

Entramos tanbaleándonos en la habitación y, una vez dentro, San pegó un sonoro portazo. Por un instante apartó sus labios de los míos para poder mirarme. El corazón me palpitaba con tanta fuerza que los latidos sacudían mi cuerpo entero. Al cabo de un segundo, me envolvió la cabeza entre las manos y me besó hasta dejarme sin aliento.

Quería sentirlo, explorar su piel y besar todos y cada uno de sus tatuajes. Le pasé las manos por la espalda y arrugué su camiseta entre los dedos. Al cabo de pocos segundos ya se la había quitado y la había lanzado a un lado con despreocupación. Le besé el pecho con suavidad unas cuantas veces, arrancándole varios suspiros, y luego me aparté un poco de él para poder verlo mejor.

Su constitución física era tan buena como lo recordaba. Y esa vez pude fijarme tanto como me apeteció, sin avergonzarme por ello. Y pude tocarlo. Se le tensaron los músculos en cuanto posé mis manos sobre su torso, titubeando al principio, pero pronto con más decisión. Me entretuve un poco más en su vientre, pensando si podría seguir descendiendo por su cuerpo. ¿Por qué no?

Él me separó de su cuerpo para besarme de nuevo. Su lengua danzaba sobre la mía de un modo tierno y tormentoso a la vez, despertando un cosquilleo tan intenso en mi cuerpo que mis rodillas amenazaban con ceder en cualquier momento. Él parecía encontrarse más o menos en el mismo estado que yo, porque me puso las manos en la cintura y me dirigió con pasos tambaleantes hacia la cama. No terminamos de besarnos hasta que se dejó caer de espaldas sobre el colchón, arrastrándome de manera que quedé sentado sobre él. No me importaba lo más mínimo estar completamente desnudo bajo el albornoz.

San me miró a los ojos antes de que se abriera paso entre el tejido para tocar mi piel. Me acarició los muslos una y otra vez, y un agradable escalofrío recorrió mi cuerpo entero. Me apoyé con un brazo junto a su cabeza para inclinarme sobre él, le besé las mejillas y seguí el rastro de su mandíbula hasta llegar al cuello, donde insistí un poco más.

— Woo...

Le mordí el cuello con ternura. Notaba su excitación con claridad bajo el tejido áspero de sus pantalones. Deslicé las manos hacia abajo, pero antes de poder agarrarle el cinturón se revolvió sobre sí mismo y quedé de espaldas sobre la cama.

Tenía el rostro de San Justo encima del mío y notaba su aliento en los labios con un ligero matiz mentolado que sólo hizo crecer todavía más mi anhelo.

— Woo... No he venido para esto.

De inmediato lo hice callar con un largo beso, hasta que me quedé sin aire, y luego hundí los dedos en sus hombros para obligarlo a descender por mi cuerpo.

No es que lo deseara, es que lo necesitaba con todas las fibras de mi cuerpo.

Él se deshizo de mí una vez más.

— No me acostaré contigo— dijo casi sin aliento—. Así, no.

No pude evitar soltar un gemido de frustración.
San sonrió.

— Me alegro de saber que me deseas, pero ahora... no es el momento adecuado. Estás condicionado por todo lo ocurrido.

Aunque mi cuerpo lo odió por ello, lo cierto es que tenía razón. Dejé de aferrarme a sus hombros y le acaricié la espalda con suavidad.

San cerró los ojos, conteniendo el aliento. Nos recostamos los dos en la cama y lo inspeccioné con la mirada.

— Me encantan tus tatuajes— murmuré—. Y no porque me gusten especialmente los tíos con tatuajes, sino por lo profundo que es el significado que tienen para ti.

Empezar (Woosan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora