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Me aburría como una ostra. Ese día, el profesor no estaba muy inspirado y de pasó el rato leyendo en voz alta hechos históricos de una presentación aburrida. Normalmente, la historia de la danza era una de mis asignaturas preferidas, pero ese día la monotonía de las explicaciones era insuperable.

San, sentado unas cuantas filas por delante de mí, parecía más o menos igual de fastidiado que yo. Cada vez que lo miraba lo encontraba jugueteando con el móvil o con los ojos clavados en el techo del aula. Intentaba no mirarlo de un modo excesivamente descarado, pero sus brazos me lo ponían difícil. La camiseta que llevaba puesta ese día realzaba sus músculos de un modo espectacular, sobre todo cuando colocaba las manos tras la cabeza o cruzaba los brazos sobre el pecho. Y, puesto que ya sabía lo que se sentía cuando esos brazos te envolvían el cuerpo, poco me faltó para empezar a babear sobre la mesa.

La pantalla de mi móvil se iluminó de repente.

"Deja de mirarme así"

Sonreí y levanté la vista, pero San seguía aparentemente atento a la presentación del profesor.

Decidí responderle:

"¿Por qué tendría que parar?"

"Porque seguro que no te apetece que vaya y te meta mano delante de todo el mundo"

Me acaloré enseguida. Con las cejas arqueadas, le eché un vistazo y, esa vez sí, lo pillé mirándome.

"¿Quién ha dicho que no me apetece?"

Vi cómo se removía en su asiento, incómodo de repente tras leer mi mensaje.

"Mira lo que has conseguido"

Sonreí.

"Si quieres, después me ocupo yo de eso"

A San se le escapó una carcajada en voz alta y tuvo que taparse la boca con la mano para no llamar la atención del profesor

"¿Por qué no vienes ahora mismo a ocuparte de mí?"

"No creo que los demás tengan un interés especial en verlo"

"Woo, ¿quién no se alegraría de ver tu culo desnudo?"

Noté como el calor que tenía concentrado en las mejillas se extendía por todo mi cuerpo. Necesité reunir toda mi fuerza de voluntad para no mirar a San.

Mi culo desnudo es solo para ti, tecleé. Me quedé mirando la pantalla del móvil y arrugué la nariz. No, aquello ya era pasarse. Bloqueé el teléfono y volví a dejarlo en mi estuche. Sin embargo, al cabo de un momento la pantalla se iluminó de nuevo.

"Apuesto a que has escrito algo realmente guarro, Woo"

"Pues no"

"Anda que no, lo he visto en tu nariz. La arrugas cuando algo te da vergüenza"

"¿De verdad? Parece que me conozcas un poco"

"Sí. Entre otras cosas, sé que siempre que puedes me miras con deseo"

Tragué saliva y el móvil me cayó de la mano, golpeando la mesa de forma escandalosa. Murmuré una disculpa al ver que el profesor me miraba mal. La pantalla se iluminó de nuevo.

"Yo también te deseo"

Apagué el móvil y, colorado como un tomate, lo guardé en el fondo de la bolsa para no tener más tentaciones de volver a mirarlo.

Una vez finalizada la clase, mientras salía del aula, San se colocó justo detrás de mí. Me agarró una mano y entrelazó sus dedos con los míos. En los últimos días lo había hecho en más de una ocasión. Buscaba mi contacto siempre que le surgía la oportunidad y le daba igual quién estuviera a nuestro alrededor o si alguien podía verlo.

Y eso me gustaba. Mucho.

— Tengo ganas de ti. Ahora—me murmuró al oído cuando salíamos, acariciándome la sien con los labios.

— Pues lo tienes negro. Tenía planeado algo completamente diferente.

— Estás enfadado porque he conseguido que te pusieras colorado

— No... no es verdad— dije apartándome de él. Habíamos llegado al aparcamiento y un montón de gente pasaba por nuestro lado en dirección al comedor universitario. Para nosotros había sido la última clase del día, pero a mí todavía me quedaba una montaña de trabajos pendientes que quería terminar antes del fin de semana.

— Ven aquí— murmuró empujándome hacia su coche.

Noté el frío de la puerta del acompañante en la espalda. San me rodeó la cintura con las manos y se pegó a mí antes de besarme apasionadamente. Su lengua acarició la mía, y con los dientes tiró suavemente de mis labios, nordisqueándolos hasta que no pudiese evitar soltar un suspiro. Su mano se deslizó por debajo de mi jersey y encontró mi piel desnuda. Un escalofrío agradable me recorrió todo el cuerpo.

— San— conseguí decir a pesar de todo—. Que estamos en público.

— Puedes estar contento de haber salido sano y salvo de esa aula— murmuró frente a mí boca.

Sonreí y lo aparté con suavidad. Tenía los ojos ensombrecidos y la respiración acelerada. En los últimos días había descubierto muchas cosas acerca de él, pero la más importante era que, en cualquier parte y en cualquier momento, estaba dispuesto a todo.

— ¿No te apetece caminar por la montaña conmigo?— pregunté en voz baja.

San resopló.

— Después tendré que hacer un montón de trabajo— continúe—, pero antes me apetece que vayamos a la montaña— propuse.

No fue necesario decirlo dos veces. En un abrir y cerrar de ojos estuvimos sentados en el coche y listos para arrancar.

Empezar (Woosan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora