Durante las semanas siguientes me fui acostumbrando a la nueva rutina y el verano llegó a su fin. Por fin podría recuperar las botas y las sudaderas. Asistía a la facultad, veía a Yeosang y a más gente de mi clase y, en definitiva, me acostumbré a esa nueva vida. A esas alturas, en el comedor universitario ya sabía distinguir los platos suculentos de los infumables, lo que supuso un verdadero progreso.
Casi no veía a San, entre los horarios ajustados y todo lo que hacía para adaptarme. Pasaba bastante tiempo en la biblioteca intentando memorizar los temas desde el principio, ya que los profesores demostraron que no se andaban con chiquitas y tardaron poco en anunciar los primeros exámenes. Yo ya me había unido a varios grupos de estudio y de vez en cuando me quedaba hasta tarde en la biblioteca. Cuando regresaba a casa, encontraba a mi compañero de piso encerrado en su habitación o apalancado en el sofá de la sala de estar, jugando a la consola a oscuras. Había aprendido por las malas que en esos casos molestarlo no era buena idea: desde una ocasión en la que perdió una partida por mi culpa y me mandó a mi cuarto con una mirada fulminante, nos limitábamos a compartir un café por las mañanas. Incluso así, la mayoría de las veces reaccionaba con una mueca de asco al ver que añadía crema de leche mentolada a mi taza.
Una noche, mis amigos y yo decidimos ir a un club nocturno, aunque yo no tenía muy claro que consiguiéramos entrar. Después de todo, algunos de nosotros (yo incluido) todavía no habíamos cumplido veintiuno, pero alguien nos había asegurado que en los locales que había cerca del campus no solían controlar la edad y que no tendríamos ningún problema.
Estaba a punto de terminar de vestirme cuando llamaron a la puerta.— ¡Es para mí!— grité, por si San se había planteado la posibilidad de levantarse.
Al salir de mi habitación, lo vi merodeando por la cocina. Frunciendo el ceño, aparté la mirada de él y espié por la mirilla de la puerta.
— Vaya, pues no es para mí— contesté mientras le abría la puerta de Seonghwa.
— Hola, Wooyoung— me saludó y, mientras me abrazaba, noté el intenso olor a su perfume.
— Hola, Seonghwa— respondí apartándolo un poco de mí para poder observarlo bien—. Vaya, veo que hoy debe de ser una noche especial— comenté en tono elogioso
— Pues sí— contestó meneando las cejas con aire cómico.Llevaba unos vaqueros estrechos y una de sus camisas de cuadros, pero se había peinado con cera, de manera que el pelo le quedaba retirado de la frente. Estaba radiante.
— ¿San no te ha contado que vamos a la fiesta?— preguntó mientras entraba conmigo en la sala de estar. Yo lancé una mirada fugaz en dirección a la cocina y negué con la cabeza.
— No, aunque de todos modos pensaba ir con mis amigos.
— Pues podríamos ir juntos, ¿no?— propuso. Era evidente que no estaba al corriente de que San me rehuía como si yo fuera la peste en persona—. Lo pasaremos bien.
— No creo que...
— Buena idea— me interrumpió San entrando de repente a la sala de estar—. De paso, ¿por qué no nos liamos y ya está?
— No te pega la ironía San— le solté, apretando los dientes hasta que me chirriaron.
— Y a tí no te pegan nada esos trapos— replicó pasándole una botella de cola a Seonghwa. Luego cogió su móvil y empezó a teclear la pantalla con mucha concentración.Bajé la mirada hacía mí camisa: era azul y me quedaba un poco ceñida al cuerpo. Me había decidido por esta porque me gustaba como resaltaba mi figura.
— Bueno, supongo que si lo dice un especialista como tú no me quedará más remedio que cambiarme.
Me volví ajustándome las mangas y miré a Seonghwa con las cejas arqueadas.
— ¿A tí que te parece?
La mirada de Seonghwa pasó de mí cara a mi torso y de vuelta a mis ojos antes de negar poco a poco con la cabeza.
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Empezar (Woosan)
RomanceWooyoung está a punto de empezar la universidad y necesita encontrar apartamento. San se ha quedado sin compañero y él solo no puede pagar todo el alquiler. Wooyoung y San se verán obligados a compartir piso y sólo deberán cumplir 3 sencillas reglas...