Una luz brillante asomó entre las cortinas y me deslumbró.
Parpadeé y estiré el cuerpo, perezoso, hasta que noté algo pesado en la barriga. Giré la cabeza y me quedé sin aliento.San.
Choi San estaba tumbado en mi cama, envolviéndome con un brazo. A juzgar por los latidos que atormentaban mi cabeza, lo de la noche anterior no había sido un mero sueño. Tampoco una alucinación. Sonriendo, me dediqué a contemplar a mi compañero de piso. Tenía un aspecto pacífico mientras dormía, nada que ver con su habitual dureza inaccesible. Tenía los labios un poco entreabiertos y el pelo revuelto en todas las direcciones. No pude evitar sonreír al verlo, y decidí disfrutar de esa vista tanto tiempo como fuera posible.
Entonces noté su dedo en mi barriga desnuda y reaccioné con un salto.
La camiseta se me había subido hasta las costillas durante la noche, y la colcha había quedado hecha un ovillo a los pies de la cama, enrollada entre las piernas de los dos.
No me atreví a moverme cuando me acarició la piel con suavidad una segunda vez. Un escalofrío me recorrió el cuerpo entero. Tenía los dedos delgados, pero también varoniles y ásperos. Me sorprendió cómo me tocó: con pesadez, con calidez, pero sin una urgencia que pudiera asustarme. Todo lo contrario. Sentí varias veces el deseo de presionar mi cuerpo contra el suyo, de rodearlo con los brazos y hundir la cabeza en su pecho para notar todavía más el olor de su cuerpo, para inhalar ese aroma que tanto me recordaba a las montañas.
Pero habría sido un error.
Con cuidado, le levanté la mano de mi barriga y me senté. Luego me arrastré con el máximo sigilo del que fui capaz, me incliné hacia delante y descolgué las piernas por el borde de la cama.
De puntillas, fui hacia la cocina y encendí la cafetera. Luego fui al baño a depilarme los dientes. Mientras me lavaba la cara para eliminar los últimos restos de la noche anterior, decidí preparar el desayuno, sabía por experiencia que un buen desayuno era el mejor remedio para la resaca.
Justo cuando estaba terminando, oí cómo se habría la puerta de mi habitación. Salí de la cocina para saludar a San sin saber muy bien que podía esperar.
En pocos pasos, él atravesó la sala de estar y se encerró en su cuarto. El portazo que dio fue tan contundente que estuve a punto de gritar del susto. Me quedé mirando la puerta apretando los labios. Tras la hoja de madera se oyó alboroto, como si estuviera lanzando cosas contra la pared.
Posiblemente consideraba que el día anterior había sido un verdadero desastre. Primero, mi madre se había presentado en el piso; luego había arruinado sus planes para esa noche emborrachándome hasta tal punto que había tenido que ir a rescatarme, y, para acabar de meterlo, todo ese rato que habíamos pasado cerca el uno del otro, en mi habitación... Sin duda alguna se había visto superado por lo ocurrido. Al fin y al cabo, yo también me había sentido superado.
Había albergado la esperanza de haber salvado el abismo que nos separaba desde el principio. Quizá todavía no éramos amigos, pero como mínimo habíamos logrado charlar como personas normales.
Oí otro portazo.
Por lo visto, me había equivocado por completo.
Suspirando, me preparé el desayuno y me encerré de nuevo en mi habitación. Por desgracia, mi cama había quedado impregnada con el olor de San. Encendí velas y abrí la ventana. Apenas un minuto más tarde oí cómo rondaba por la cocina.
Fantástico.
Habíamos vuelto al punto de partida.
Por la tarde fui a ver a Yeosang para disculparme. Por suerte, su compañero de habitación no estaba, porque de lo contrario habríamos tenido que vernos en mi piso y, teniendo en cuenta cómo estaban los ánimos, no habría sido la situación más cómoda del mundo, que digamos.
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Empezar (Woosan)
RomanceWooyoung está a punto de empezar la universidad y necesita encontrar apartamento. San se ha quedado sin compañero y él solo no puede pagar todo el alquiler. Wooyoung y San se verán obligados a compartir piso y sólo deberán cumplir 3 sencillas reglas...