TREINTA Y CUATRO

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Katalina

había algo de romántico en la lluvia o tal vez era el momento que le daba un brillo especial.

las gotas de agua impactaban fuertemente en mi cabeza y a pesar de que llevaba puesta la chaqueta del Alonso, el frío traspasaba la tela hasta abrazar mi piel.

sin embargo, no nos parecía importar mucho la lluvia torrencial, nuestros pasos cada vez se volvían más lentos y dificultosos.

el cuerpo del Alonso se detuvo por completo provocando que impactara contra él, debido a mi distracción.

—¿Por qué te detuviste?—lo rodeé y me posicioné frente a él, no sabía cuanto faltaba para que llegáramos, pero a falta de mi reconocimiento sabía que todavía estábamos lejos.

el pelo se le pegaba en la frente y su piel más pálida que nunca lograba resaltar aquellos ojos azules oscuros que tanto me hipnotizan.

hace rato que los efectos del alcohol y la cannabis se habían esfumado de mi cuerpo, o al menos eso creía porque ya no me sentía ajena a mí misma.

sus manos se posicionaron en mis caderas acercándome a él, por mi parte simplemente cedí por completo.

estaba a su merced hoy, mañana y lo que nos quedara de vida.

sus labios tomaron los míos con premura, desesperado y sediento, le correspondí de la misma manera. Así fue como la lluvia y el frío pasó a segundo plano, solo eran los latidos de mi corazón los que resonaban en mis oídos.

la falta de aire nos obligó a separarnos, me puse de puntillas y junté nuestras frentes.

si pudiera guardar un momento para siempre, guardaría este.

—Vamos a la casa.—su mano se entrelazó con la mía y volvimos a retomar el camino.

por alguna razón que no lograba entender, caminar junto a él se sentía como si estuviera estaba sobre el aire, como si todo a mi alrededor fuera inexistente y lo único que queda en el espacio fueran nuestras almas danzando la una con la otra.

¿Era posible sentir aquello? ¿Estaba permitido para mí?

la mayoría del camino mi vista estuvo en él, poco me importaba la vergüenza de que él supiera que no podía dejar de verlo, me tenía completamente hipnotizada.

—No me miri así.—murmuró mientras parábamos frente a su casa.

el pasaje estaba completamente oscuro y a medida que la lluvia aumentaba, la esperanza de que volviera la luz se desvanecía.

—¿Así cómo?—ladeé la cabeza.

—Así po, tan lindo.—me reí. Abrió la reja y me dejó pasar primero, hizo lo mismo con la puerta principal.

—¿Y tu mamá?

—Deben estar en la casa de mi abuela.—despreocupado avanzó hacia la cocina.

¿No iban a estar para su cumpleaños? Conocía a la tía y sabía lo mucho que quería al Alonso, pero no pensé que se lo perdería.

—Ah...—me senté en el reposabrazos del sillón, debido al frío empecé a tiritar un poco.

cuando volvió el Alonso tenía una vela encendida en la mano y en la otra una bolsa llena de ellas.

—Ven.—me llamó, obedientemente lo seguí escaleras arriba.

abrió la puerta que reconocí como el baño y me dejó adentro, me quedé quieta como weona cuando se fue.

gracias a la pequeña ventana que había, entraba un poco de luminosidad, pero no la suficiente como para tener una vista perfecta.

COGOLLO CULIAODonde viven las historias. Descúbrelo ahora