TREINTA Y TRES

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Alonso

nunca le he encontrado algún brillo a los cumpleaños, puede ser porque nunca los he celebrado, pero tampoco es que me importe mucho hacerlo.

la lluvia había parado hace cualquier rato y con ella se había ido la Kata. Aunque no lo dije me costó dejar que se fuera.

el sol ya casi se había ido y estaba dándole paso a la noche, apenas oscureció una sensación rara me inundó y con ello la incertidumbre.

la pantalla de mi celular brillaba caleta y aunque me dolían los ojos, no podía dejar de mirar el número que aparecía en ésta. Era la quinta vez que le rechazaba una llamada al Carretilla en dos días.

y él no se caracterizaba por tener mucha paciencia en realidad.

pasé las manos por rostro frotando con fuerza mis ojos, me sentía inquieto. Cerré los ojos y lo único que vi en medio de la oscuridad fue la cara de la Katalina, tenía el pelo desparramado sobre las almohadas y el maquillaje corrido, sin embargo, lo único que me importó fue la sonrisa que adornaba su rostro. Una sonrisa sin preocupaciones, algo genuino.

otra vez mi celular vibró y sin mirar, decidí contestar. Nunca había sido cobarde, no lo iba a ser ahora.

—Hasta que me contestai po.—la voz divertida del Dylan me relajó.—Sale, que te estoy esperando.

—¿Ah?—me levanté de la cama y caminé con paja hasta la ventana.—¿Qué queri?

—Vístete que hoy tenemos mambo.—observé su cabeza roja con recelo.

hace caleta que no tenía un mambo real, sentía que de a poco perdía mi esencia.

me estaba poniendo weon.

—¿Dónde?—pregunté mientras caminaba hacia la cajonera.

—Sorpresa.—dicho esto cortó.

cinco minutos después lo tenía echado en mi cama.

» ¿Qué se siente enamorarse?—preguntó desinteresado, como quien no quiere la cosa.

me crucé de brazo aprisionando la toalla en mi pecho.—Qué wea voy a saber yo.

sus cejas se juntaron confundido.—¿No estai enamorao?

una presión se sintió en mi pecho y negué con la cabeza.—No.

—¿Pa qué poni esa cara?—se rió y se levantó de la cama.—Vo sai que podí confiar en mí, Alonso.

—Sí oh.—me encaminé hacia la puerta.—¿Pero por qué preguntai?

—Antes de irme de este mundo me gustaría saber qué se siente que te amen... Genuinamente.—volvió a acostarse en la cama.

—¿Por qué hablai como si te fuerai a morir?—me reí nervioso.—No digai weas.

—Uno nunca sabe.—soltó un suspiro.—En realidad, me pone a pensar que mucha gente por más que vivió así caleta de años, nunca experimentó el amor real.—no caché cuando se paró y se puso detrás mío para empujarme hacia el baño.—Hay tanta wea mala disfrazada de amor, me aterra pensar que nunca voy a ser amado.

COGOLLO CULIAODonde viven las historias. Descúbrelo ahora