Katalina
los nervios en mi guata se hacían cada vez más presentes a medida que caminaba por los pasillos del liceo.
siento que en cualquier momento me cago, odio tanto que mi ansiedad se manifieste en problemas estomacales.
a lo lejos observo al Alonso conversando con su amigo pelirrojo, de cual todavía no sabía su nombre.
más de una maldita semana había pasado desde la última vez que tuvimos una conversación seria, luego solo fueron intercambios de miradas en el liceo porque en su casa ni se asomó el estúpido.
sentía que me estaba evitando de alguna forma, pero no quería pasarme rollos de más, solía pasarme cualquier película con el mínimo cambio en cualquier persona.
además, nos habíamos comido nomás, no es como si el weon me hubiera jurado amor eterno.
debía mantener la cabeza fría y pensar en cualquier wea menos en él.
lamentablemente su mamá me había hablado hace tres minutos preguntándome si podía pasarle la copia al pajarón de su hijo porque se le había quedado.
apenas lo leí sentí un pinchazo en mi estómago ¿Y si me estaba ignorando? Porque no me había hablado él.
apenas llegué frente a él, ambos se quedaron callados y se miraron entre ellos.
un cosquilleo de incertidumbre se hizo presente y con ello recordé la primera interacción con ellos dos.
—Hola.—fui la primera en hablar. El Alonso me miró de pies a cabeza provocándome un escalofrío.
—Hola.—me saludó, sin quitar su cara seria.
miré de reojo al pelirrojo para saludarlo, pero estaba pegado a su teléfono.
mi ceño se frunció ante su actitud tan rara, o sea era la normal... Pero, no sé, algo dentro de mí estaba esperando algún cambio de su parte.
—Tu mamá me dijo que se te quedaron las llaves.—busqué en el bolsillo de mi polerón y cuando alcé la vista me encontré con su ceño fruncido.—Toma... Devuélvemelas antes del miércoles porfa.
no las necesitaba hoy porque habíamos quedado de que hoy llevaría a los mellizos a mi casa, luego su mamá iría a buscarlos.
—¿Estai enoja?—pregunta ante mi cambio en el tono de voz.
—No.—tomé un paso hacia atrás para irme, pero su pierna se estiró y su empeine se envolvió en mi tibia.—¿Qué?
—Simpática.—me molestó y con la fuerza se su pie me acercó a él.—Por algo estai enoja ¿Qué te pasó ahora?
—¿Qué te importa?—inevitablemente fui pesa, que se creía el weon.
—Ya...—se rió.—Ya no se te notan los cortes.—sus dedos rozaron mi frente y mejillas con tanta delicadeza que me derritieron.
—Ah, sí. Hace rato.—giré mi cabeza para no mirarlo.
—Es que hace rato que no te veía.—se encogió de hombros restándole importancia.
restándole. importancia.
—Sí po.—me salió más pesado que antes, lo que lo hizo reír.
—Ah... ¿Estai enoja por eso?
—Si no estoy enoja oh.—sus manos tocaron las mías y me acercó más a su cuerpo.
