TREINTA

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Katalina

estaba en la mejor parte del sueño cuando sentí unas manitos pequeñas tomar mi brazo.

me quejé en voz baja e intenté seguir durmiendo, pero mi mente ya había despertado por lo que no me quedó más remedio que abrir los ojos lentamente mientras me acostumbraba a la luz del día.

seguía lloviendo igual de fuerte que ayer.

bajé la vista hacia dos pares de ojos que me observaban atentamente y pestañeaban a las vez, lo que los hacía ver chistosos.

los tres nos quedamos mirando como si no nos conociéramos e incluso pensé en moverme, pero la mano del Alonso en mi estómago impedía cualquier movimiento, me tenía abrazada.

y no me quejaba para nada.

—Kati.—susurró la Margarita y pensé que me iba a retar, pero sus ojitos azules se achinaron acompañados de una sonrisa.—Tenemos hambre.

el Seba asintió con la cabeza apoyando a su hermana por lo que me reí bajito.

de a poquito me fui separando del Alonso y aunque oí sus quejidos, hice oídos sordos porque sino me iban a dar ganas de quedarme.

el frío golpeo mis piernas cubiertas por un short, así que busqué sus pantuflas y me las puse para seguir a los mellizos que habían salido corriendo de la pieza. Antes de salir de la pieza me di vuelta para admirar al pelinegro.

estaba de espaldas, por lo que solo miré su pelo, sin embargo, eso no evitó el latido rápido de mi corazón.

más porque era la primera vez que dormía con alguien sin haber hecho algo.

toda mi adolescencia me había sentido sexualizada y utilizada, mas cuando el Alonso me tocaba no lo sentía vacío, era raro pero sentía que iban cargados de emoción, como si su tacto pudiera atravesar mi piel.

aquello me daba más miedo del que pudiera admitir porque sentía que mientras más lo dejaba, menos iba a poder sacarlo.

cuando bajé me encontré a los mellizos sacando ingredientes y utensilios como si ya supieran perfectamente lo que querían que les hiciera.

¿Qué quieren?—me agaché para ayudar al Seba a sacar un sartén.

—¡Panqueques!—gritaron al unísono, por lo que me reí.

era terrible mala cocinando con sartén, todo se me pegaba o me quedaba aceitoso, pero al ver sus caritas no me quedó de otra que acceder.

no fue tan caos cocinar con ellos como lo esperaba y que ya los conociera bien me ayudaba a entender como era su manera de hacer las cosas.

—Oye Kati...—me habló la Margarita mientras revolvía la mezcla.—¿Vas a ser mi hermana?

dejé de revolver y la miré con confusión, pero ella parecía más entretenida en revolver su mezcla que estaba haciendo.

a petición de ellos íbamos a hacer de tres colores distintos.

no sabía si iba a quedar bueno, pero yo prefería apoyar las ideas locas de ellos.

—¿Ah? ¿Por qué?

—Porque te vimosh con el Nano.—sonrió contenta.—El Nano dormía tranquilo, siempre se mueve... Es moleshto.

me reí y negué con la cabeza.—No voy a ser tu hermana.

—Oh...—volvió a mirar la mezcla, pero esta vez la revolvió sin ganas.

su voz de decepción me apretó el corazón, pero no quería darle falsas esperanzas, prefería que me siguieran viendo como la que los cuidaba nomás.

—Kati...—el Seba tiró suavemente de mi polera para llamar mi atención, por lo que lo miré.—¿Está lista?

COGOLLO CULIAODonde viven las historias. Descúbrelo ahora