DIEZ

1.5K 134 71
                                    

Katalina

castigada, eso definía mi última semana en la cual estaba completamente priva.

porque hasta en el liceo no me querían, aunque lo que si me sorprendió fue que mi mamá no estuviera realmente enojada, de hecho cuando llegamos a la casa me celebró el que me haya defendido.

pero igual me castigó, no era consecuente con sus acciones.

"Asume las consecuencias de tus propios actos, Katalina." Las palabras del Alonso se repetían en mi cabeza desde el martes.

y ahora estaba a miércoles de otra semana, lo que me dijo realmente me había dejado pega.

entendía a qué se refería y hasta cierta forma sí tenía razón, pero estaba chata de él y de su superioridad, que a cada rato me llamara weona ya era mucho. Ni siquiera éramos amigos como para tener esa confianza.

no iba a aceptarlo más, ya lo había decretado y esperaba no verlo más tampoco.

por la vergüenza también.

—Hija acuérdate que a las cuatro y media teni que ir a buscar a los hijos de la señora.—me recordó mi mamá mediante nota de voz.—A las nueve te quiero acá en la casa ¿Me escuchaste?—reproduci otro.—Le voy a decir al Cristián que te pase a buscar.

mi mamá y su manía de mandar audios por separado, era como para ponerle suspenso a la wea que decía.

miré la hora y ya eran las cuatro, por lo que me levanté rápidamente y fui directo a la ducha. Desde que estaba castigada aproveché eso de excusa para no bañarme.

la verdad es que soy muy floja.

quince minutos después estuve lista y maquilladita, tenía la pura caga en la cara por las uñas postizas de la Aylin y un moretón gigante en el ojo izquierdo, pero no había nada que el maquillaje no pudiera tapar.

para mi buena suerte el coleto pasó rápido y casi vacío porque había una señora, lo que me tranquilizó porque últimamente da miedito tomarlos sola.

andaban muy raro los weones.

hacía frío igual así que salí más abrigada que la chucha, no pensaba resfriarme y andar con los mocos sueltos.

a las cuatro y media en punto estuve afuera del colegio, para esperar a que salieran a las cinco.

o llegaba muy temprano o llegaba muy tarde, nunca tenía punto medio.

ayer conocí a la señora Martita y a los bebés porque mi tía los había llevado a mi casa, me tranquilizó caleta saber que eran un amor los tres y lo mejor es que al parecer yo le había caído bien a la niña, aunque al niño creo que no, porque por más que le intentara a hablar él hacía como si no me escuchara, como si no existiera.

por alguna razón el Seba se me hacía muy conocido, como si lo hubiese visto de algo, pero no podía recordar de qué.

la Margarita por su parte me había hablado sobre todo, hasta de su hermano mayor que admiraba mucho.

era chistosa para hablar, parecía una vieja chica y eso me gustó, me recordó a mí cuando era chica.

admitía que igual mi razón de querer convivir tanto con niños era para sanar a mi niña interior, de alguna forma eso igual era terapéutico.

—¡Kati!—la primera en verme fue la pelinegra que venía de la mano con su hermano y lo arrastró corriendo hacia a mí.—¡Te extrañé!

—¡Yo igual!—le correspondí con la misma efusividad y les acaricie la cabeza a los dos, era el único contacto físico que me dejaba tener el pequeño y quería ser igual de justa con los dos.—A ti también te extrañé, Seba.

COGOLLO CULIAODonde viven las historias. Descúbrelo ahora