Capitulo 13

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    Kara

    No sé en qué estaba pensando cuando acepté salir a una cita con Brainiac. Me sentí acorralada, y no pude decir más que «Sí». Ahora, me encontraba en mi habitación alistándome. Según él, podía ir casual y cómoda, por lo que un vestido suelto más arriba de la rodilla y de tirantes era perfecto.

    —Te ves hermosa, hija —halagó papá. Mamá estaba en su guardia diurna, por lo que él era el encargado de llevarme al parque San Andrew, dónde Brainiac me estaría esperando—. Brainiac me agrada...

    —Papá...

    —¿Qué? —rió mi padre, ingresando al auto. Yo imité la acción, colocándome en el asiento de copiloto. Dentro, añadió—. Yo sólo digo que ése muchacho me agrada. Es centrado y honesto.

  Mis padres estaban a favor de una relación entre el rubio y yo, y aunque a mi hermana apenas y le conocía, también apoyaba.

  Papá detuvo el auto, y a unos cuantos metros, debajo de dos árboles juntos, se encontraba Brainiac agachado en el suelo sacando unas cosas de una canasta. Sentí nervios, pero con un ligero apretón de hombro por parte de mi progenitor y una sonrisa cálida, tomé el valor para ir al encuentro con el rubio. De camino, escuché un ruido extraño detrás de unos arbustos, pero no tomé tanta importancia y continué trayecto.

  —¡Kara! —Brainiac se colocó en pie y su primera acción fue envolverme entre sus brazos. Accioné igual, puesto que él se había ganado mis abrazos—. Siempre tan puntual —rió, se hizo a un lado y con el brazo extirado mostró todo lo que había preparado—. Sé que eres amante del arte, así que... —era evidente que tendríamos un picnic desde que lo miré de lejos, pero ahora de cerca, pude notar las pinturas, cabestrillos y demás herramientas para una sesión de pintura al aire libre. Todo estaba muy bien decorado. Fue inevitable no emocionarme y le di un fuerte abrazo—. Sabía que te gustaría.

  —¡Me encanta! —grité eufórica—. No creí que me hubieras tomado atención cuando te hablé de mi gusto por las pinturas y el arte en general.

  Brainiac se rascó la nuca y se encogió de hombros. Tomó confianza entonces y me invitó a tomar asiento en el suelo, dónde una manta blanca nos esperaba al igual que varios aperitivos. Vertió jugo de uva en dos vasos y me tendió un sándwich.

  —Mmm... —murmuré con placer cuando di el primer bocado—. Jamón de pavo. Mi favorito. ¿Cómo lo sabías?

—Ahm... —Brainiac rió—. ¡Ya ves! Soy perfecto

  Reí, y seguí degustando mi sandwich. No fue con lo único que Brainiac me sorprendió, puesto que había preparado ensalada de frutas, dónde la piña era predominante. Me encantaba dicha fruta. Así pasamos el rato: riendo, bromeando y comiendo, que era otro de mis pasatiempos preferidos. Brainiac era alguien con el que una conversación trivial podría convertirse en algo interesante.

      —Desde que estaba muy pequeña, el dibujo fue mi mejor forma de expresión —comenté, mientras preparaba las pinturas y sonreía. Brainiac, delante de mí, con un cabestrillo para él, asentía viendo con una mueca graciosa el lienzo en blanco—. ¿Quieres ayuda?

    —¿Qué? ¡No! Es decir... —se aclaró la garganta—. Ehm, no. Lo tengo bajo control. Soy amante de la pintura. Incluso, solía leer sobre pintores cuando era niño. Sí, sí.

    Me pareció interesante.

    —No creí que fueras alguien a quien le gustara dibujar. Realmente eres una cajita de sorpresas, Brainiac Zlo —él me guiñó un ojo—. ¿Cuál es tu pintor favorito?

   Pareció que le había dicho una pregunta difícil, puesto que su semblante cambió y comenzó a tartamudear.

    —Ahm... Sí, mi pintor favorito. Porque tengo pintor favorito —sacó su teléfono y dijo—: ¡Oh! ¿Me das un segundo? Mamá me pregunta que dónde dejé las llaves del sótano.

    —Claro, no hay problema.

    Le ví alejarse un poco, y escribir mensajes a su madre. No le tomé relevancia y comencé hacer líneas en mi lienzo. Comencé usando azul, rojo y violeta... Quizás un atardecer sería muy bonito. Entonces, de la nada, los ojos de Lena aparecieron en mi mente y reformulé lo que haría. Y los árboles fueron tomando forma poco a poco.

     —¡Vicent William Van Gogh! —Brainiac gritó de la nada, asustándome un poco. Le miré y él añadió—. Fue uno de los principales exponentes del postimpresionismo. Pintó unos 800 cuadros (entre ellos 43 autorretratos y 148 acuarelas) y realizó más de 1600 dibujos. Su obra más famosa es la "La noche estrellada".

   Mi ojos se iluminaron al escucharlo.

   —¡Vaya, qué casualidad! —exclamé—. ¡Van Gogh también es mi pintor favorito, por lo que una de las obras que más amo, es la "La noche estrellada"! —Brainiac sonrió y se colocó a mi lado. Continué—: Él no solo fue reconocido mundialmente como el pionero de...

    —...Del Expresionismo, sino que ha tenido una gran influencia en otros movimientos modernos del siglo XX, como el Fauvismo y el Expresionismo abstracto —interrumpió Brainiac.

   —¡Exactamente! —sonreí dichosa que conociera todo éso—. Brainiac, no sabía que tenías tanto conocimiento sobre Van Gogh.

    —Ya te lo dije, Danvers, soy perfecto.

    El resto de la tarde fue maravillosa, debía admitirlo. Brainiac se encargó de hacerme sentir a gusto. Mi lienzo terminó siendo un bosque veraniego mientras que el suyo fue completamente abstracto.

   —Gracias por la tarde, Brainy —le di un abrazo. Ya estábamos frente a mi casa—. Me la pasé increíble.

    —Me da gusto, Princesa Padmé —sentí mis mejillas arder, por lo que agaché el rostro. Al segundo, sus dedos me solicitaron en silencio que alzara la mirada y le viera. Así lo hice. Los ojos azules de Brainiac estaban brillosos y dilatados, posándose entre mis ojos y mis labios—. ¿Si te solicitara sellar éste encuentro permitiéndome degustar la ambrosía de tus labios, me dirías qué sí?

   Me paralicé por unos segundos y no supe qué contestarle. Sin embargo, no podía negar que había algo que me invitaba a decir que sí.

   —Sí...

   Sin perder tiempo, el joven rubio se inclinó, y acunándome el rostro, unió sus labios a los mios. Fue delicado y casto, y mantuvo sus manos dónde deberían estar. Para cuándo nos alejamos, él sonreía tanto que me contagió el gesto.

   —¿Me harías el honor de ser tu novio, Kara?

   —¿No sé dice al revés?

   Él negó.

   —No —dijo—. Porque el que tú aceptes ser mi novia, sería más que un honor para mí. Y es que deseo honrarte como nunca lo he hecho con nadie más. Porque te quiero, Kara. Porque deseo ser mejor persona para ti y por ti.

    Aquellas palabras tocaron una fibra en mi, por lo que sin dejarme tiempo a arrepentimientos, le besé.

   —Sí, acepto.

Hoja En Blanco (Supercorp AU)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora