1. ¿Amigo o enemigo?

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• Año 2003 •
Actualidad

Golpes.

Disparos.

Mucho ruido.

La fastidiosa voz de Reginald hablándonos a gritos a través de los pequeños audífonos inalámbricos en nuestros oídos.

Ese viejo es histérico, pero ahora lo estaba al triple.

Ah, pero ¿qué más puedo hacer? Uno se acostumbra a sus gritos cada que estamos en medio de una misión.

—¡Número uno, se supone que debe dirigir como se debe a sus hermanos! ¡Eso es lo que hace el líder! — Reginald tuvo la maravillosa idea de gastar tiempo regañando a mi hermano Luther en medio de una situación peligrosa en medio de una de las misiones.

—Lo siento, papá, pero no lograré nada si ellos no colaboran, ¡No todo puede ser mi culpa! — trataba de excusarse mi hermanito.

—¡Eso no es buena excusa, número uno! ¡En primer lugar deberías hacer que te respeten! ¿O en verdad crees que te obedecerán por arte de magia sólo por ser...?

Hartándome de esto, me arranco el audífono de mi oreja y lo lanzo al piso. Sus gritos hacían que casi me explotara el tímpano y además me estaban distrayendo. Creo que no hace falta mencionar lo desorganizados que éramos a la hora de entrar a las escenas del crimen. Todos eran unos descerebrados.

Hasta papá.

No podíamos estar peleando entre nosotros estando peleando contra los delincuentes. Y mucho menos con narcotraficantes altamente peligrosos, que nosotros siendo niños —adolescentes en realidad— podríamos salir heridos o peor aún. Quizá por eso papá estaba tan enfurecido, ya que sabía la gravedad de la misión, pero hasta yo sé que discutir no nos llevaría a nada bueno.

Al haberme quitado el audífono puedo sentirme con más libertad, tendré consecuencias por eso, pero ya no importa, necesitamos hallar el detonante para ganar en esa misión.

Estábamos en una especie de edificio muy costoso —propio de narcos— que descubrimos era el centro de reunión de una saga de líderes narcotraficantes más buscados en todo Estados Unidos.

Hemos llegado aquí gracias a las grandes investigaciones del anciano, quien decía que ahora nos tocaba a nosotros hacernos cargo, pero digamos que los enemigos no nos han recibido de la manera más amistosa. Sabían que vendríamos y nos habían puesto trampas que no habíamos visto venir y por la falta de planificación, nos habían visto la cara de idiotas.

Papá se enfadó mucho con nosotros, especial con Luther, aunque él no tuviera toda la culpa. Pero, en fin, hay más de quince enemigos armados, muy posiblemente guardias de los narcos que enviaron para detenernos. Ellos mismos no están aquí, pero estoy segura de que están en este mismo edificio.

Me enfoco en ejecutar mis golpes de manera que no me resbale al hacer una maniobra de ataque y no quedar en ridículo y con un moretón. Me frustro cuando cuatro de los enemigos me acorralan contra una esquina. Trato de pensar rápidamente en cómo librarme, pero afortunadamente el salón en el que estábamos era grande y todos mis hermanos estábamos aquí mismo y por suerte Ben se percató de mi situación y no dudó en tomar a los que me acorralaban con sus tentáculos, azotarlos y hacerlos volar por la pared de vidrio del décimo piso en el que nos encontrábamos.

Le agradezco con la mirada y él asiente con la cabeza antes de irse a atacar a más enemigos. No tardo en hacer lo mismo y voy contra el primero que veo: el tipo iba a acuchillar a mi hermano Klaus quien estaba ocupado en hacer fuerza en sus puños para invocar a los fantasmas.

The HargreevesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora