Volumen II. 4. Correr en la lluvia con el enemigo

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Sweather Weather - The Neighbourhood

De un portazo, alguien entró hablando en voz alta:

—¡Muchacho! ¡Hora de tu entrevista!

Los ojos se me abrieron de golpe, pero no sólo eso sino que también había saltado de la cama apenas había escuchado el portazo.

Alarmada y algo desorientada, miré a Cinco con los ojos bien abiertos —quien se había despertado a la misma velocidad que yo—, y creo que seguíamos lo suficientemente dormidos porque nadie supo exactamente qué hacer en ese momento.

—¡Mierda! — mascullé al escuchar las ruidosas pisadas y el constante tintineo de las llaves del oficial que se acercaba a esta celda.

—¡Abajo de la cama! — Cinco señaló el lugar y prácticamente fui empujada por él para que después me cubriera con la delgada sábana —. No hagas ruido, yo me...

—¿Con quién estás hablando, chico?

Casi se me detuvo el corazón en ese mismo instante. Observé, tras hacer un pequeño hueco en la sábana, que Cinco se dio la vuelta para encarar al oficial, quien ahora mismo lo miraba inquisitivo.

—Yo... — siseó el primero.

Entonces, el oficial aguardó unos segundos, analizando la situación hasta que, poco después, sus ojos recayeron en la sospechosa manera en que estaba la sábana cubriendo lo que había debajo de la cama.

Oh, oh.

—Espere, ¿Qué hace?

No le respondió. El oficial, luego de abrir la celda, entró y se dirigió directamente hacia mí.

No, no, no...

—¡Deténganse!

Y lo último que vi fue que destapó la cobija muy convencido de que iba a encontrar algo, pero en lugar de eso, tuvo que haberse percatado de que no había nada bajo aquella cama porque logré escapar a tiempo y ahora me encontraba en mi propia celda sobre mi cama, viendo cómo la residente de enfrente me miraba de reojo, curiosa. Le hice una seña con un dedo a los labios para que guardara silencio.

—¿Lo ve? No hay, nada. No sé qué es lo que esperaba encontrar — el tono malhumorado de Cinco volvió luego de el anterior tono nervioso.

—¿Por qué huele a quemado? — asumí que hizo una mueca.

¿Quemado? Oh, no me digas que...

Ya podía imaginarme a Cinco asesinandome por, otra vez, ese pequeño error mío.

—Ah, yo sólo... — dudó —. Intentaba limar los barrotes para escapar.

Maravillosa respuesta ingeniosa.

—¿Qué?

Y, después, sus pasos apresurados resonaron hasta estar frente a mi celda, donde tuve que levantar la mirada, confusa, y esbozar una pequeña sonrisa tímida para adentrarme en el papel de que no tenía ni la menor idea de lo que estaba sucediendo allá.

Detrás de los barrotes, estaba el oficial —muy confuso— con Cinco a su lado bajo unas esposas. Ambos me observaron brevemente. El oficial trataba de entender la situación —inclusive revisó que estuviera intacta la cerradura, como si sospechara que me hubiera salido— y Cinco, me observó quizá algo decepcionado a que sus enseñanzas no hayan dado los frutos correctos respecto al olor de mi teletransporte.

¡Estaba lo suficientemente asustada como para acordarme de eso!

—¿Puedo... Ayudarlo en algo, oficial? — pregunté al final.

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