23. Riptide

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—Estoy comenzando a ponerme nerviosa.

Es que ¿Cómo no estarlo? Si me han vendado los ojos y ahora estoy sintiendo un cambio de altitud debido a que, al parecer, la furgoneta está subiendo una pendiente inclinada con todos nosotros dentro que hasta es notable lo mucho que le está  costando trabajo, pues la herencia del abuelo de Easton es un poco vieja y debe cargar con ocho personas y por una pendiente inclinada y pedregosa.

¿Estamos en un cerro o algo parecido?

—Pues no te pongas nerviosa, mujer. Ya casi llegamos — Klaus dio una solución a mi problema. Vaya genio.

—¡Wow! Si todos siguiéramos la lógica de nuestro querido hermano ya habríamos ido a colonizar a los extraterrestres — casi me rio del sarcasmo de Ben.

Por el suspiro que soltó Klaus me dio a entender que rodó los ojos.

—Tú sí que eres un extraterrestre. Tienes tentáculos alienígenas dentro de tí.

—Oh, ¿Quieres hablar sobre habilidades? Pues empiezo yo — se tronó los huesos de las manos, preparándose —. Al menos yo no necesito miles de vidas para sobrevivir porque no soy un idiota.

—Qué envidios...

—Joder, ¡¿Se acababan de callar y ya vuelven a pelear?! — exclamé exhausta cortándolos a los dos.

—¡El rarito alienígena empezó! — aunque no pudiera ver, juraría que Klaus estaba señalando a Ben con un dedo acusatorio.

Por otro lado, la risita de Easton resonó.

—Son tan divertidos, chicos, ¿Cómo no los conocí antes?

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Cuando la furgoneta —después de casi haberse averiado a mitad de la subida inclinada y pedregosa— finalmente se detuvo y supe que agradeció infinitamente su descanso. Pero claro, no hubo tal momento en que don amargado y sarcástico no mencionara un:

—Con la velocidad de esta carcacha preferiría irme caminando y hasta llegaría más rápido que ustedes, incluso prendería la fogata, me iría a cazar un venado y ya tendría lista la cena. Y ustedes no habrían siquiera llegado aún.

Por suerte Klaus se había adelantado a subir de golpe el máximo volumen de la música o si no, Easton lo habría escuchado y posiblemente nos habría sacado del auto a todos y nos abandonaría en la penumbra de la madrugada en pleno cerro desconocido gracias al comentario de Cinco.

Afortunadamente estaba sentada a un lado de él y pude soltarle ese manotazo en el hombro para que se comportara. Por suerte para todos me hizo caso y no volvió a mencionar nada hasta que finalmente llegamos.

Todos bajaron felices a excepción de mí hasta que distinguí la voz y la mano de mi hermana que tomó la mía para guiarme el camino ya que seguía con los ojos vendados.

—Oigan... ¿En verdad esta venda es necesaria? Estoy segura de que con esta oscuridad tampoco vería nada — caminé con precaución de la mano de Allison. Piedrecillas con ramas resonaban por debajo de mis zapatos con cada pisada mía.

—Ah, no te preocupes, para eso es que trajimos linternas, bobita — cuando Klaus me alumbró con la potencia de su linterna, supe que me habría quedado ciega si no hubiera traído la venda cubriendo mis ojos, pero... Por desgracia, Allison no corría la misma suerte.

—¡KLAUS! — chilló ella al contacto de la potente luz que cegó sus ojos. Detuvo el paso por tal motivo que me sentí mal por ella.

—Oops, ¡Lo siento, hermana! — por la manera en que su voz fue escuchándose más baja, me dio la idea de que huyó de aquí antes de que nuestra hermana se vengara de él.

The HargreevesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora