11. Never gonna give you up

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Arropé a mi hermana en su cama cuando estuvo mucho más relajada. Tenía los ojos cerrados y sus pestañas seguían un poco humedecidas pero sabía que aún me escuchaba.

—¿Cómo te sientes? — le pregunté sentándome a un lado de ella en la cama.

Ella se removió un poco y me contestó sin abrir los ojos:

—Necesito dormir, la cabeza me da vueltas — se quejó, adoptando una mueca de dolor.

—Vanya... Sé que no quieres que se lo cuente a nadie y yo tampoco quiero, pero no estás mejorando, ¿Al menos puedo decírselo a mamá?

Lo meditó unos instantes.

—Está bien, pero no le digas que tiene que ver con mis poderes. Por favor.

—Sabes que tarde o temprano se entrarán y...

—T/n... Papá es capaz de encerrarme de nuevo sola en ese sótano oscuro. No quiero volver ahí, ese lugar es parte de mis peores pesadillas.

—Entiendo, pero habrá que decírselo a alguien. Puede ser... ¡Pogo! Él es muy comprensivo, seguro que convencerá a papá de darte tratamientos menos... Traumáticos.

Me alivió más de lo que pensé ver que ella asintiera con la cabeza lentamente.

—Bien, pero... Por favor haz que no me vuelvan a encerrar ahí. Está muy... O-Oscuro y frío.

Me esforcé en darle una sonrisa para animarla un poco al momento en que le acaricié el cabello.

—Lo haré, hermanita. No dejaré que vuelvan a llevarte a ese lugar.

—Gracias, T/n. Creo que nunca te he agradecido lo que haces por mí — abrió por primera vez un poco los ojos para mirarme con gratitud. Incluso sonrió apenas un poco, pero lo hizo.

—No es nada, ya lo sabes. Eres mi hermana. Haría todo eso y más — ella asintió, un poco más relajada que antes y volvió a cerrar los ojos —. No vendrás abajo más tarde, ¿Cierto?

Esperé pacientemente su respuesta, pero tras esperar un poco más, su ronquido fue más que una respuesta clara para mí. Me levanté entonces cuidando de no despertarla, pero al momento de querer apagar la lámpara de noche, volvió a hablar.

—¡No! La luz no — abrió lo ojos de golpe con terror, pero casi al instante, sus ojos volvieron a cerrarse como si tuviera demasiado sueño y no pudiera aguantar un segundo más despierta que volvió a quedarse dormida.

La observé un poco más, inquieta, antes de finalmente suspirar y salir de su habitación sin apagar la lámpara como pidió. Traté con todas mis fuerzas no pensar demasiado acerca de ella y terminar derrumbándome también porque, evidentemente, no podía hacer mucho por ella si no disponía de los medios necesarios.

Por este día opté por relajarme y pensar en el hoy en lugar del mañana. Por hoy ella estará bien. Sólo así pude recobrar fuerzas para disfrutar de la celebración improvisada de mis hermanos que se llevó a cabo en el patio trasero de la mansión, ese lugar donde había un bonito quiosco al centro que, cuando llegué, esta estaba adornado por focos pequeños de luz amarilla, habían puesto también una mesa, abarrotada de comida y restos de serpentinas. La música ni se diga, estaba sonando más que alto.

Mis hermanos, al notar mi presencia, se devolvieron a mí con vitoreos.

—¡Pero si aquí está el alma de la fiesta! — masculló Luther con sarcasmo —. ¿Quién te ha obligado a venir?

—No hay de qué preocuparse, he venido por voluntad propia — le devolví la sonrisa sarcástica —. Adentro está un poco aburrido.

—¿Y Vanya? ¿Cómo está? — Ben se acercó con gesto preocupado.

The HargreevesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora