Volumen II. 1. Nueva época, nuevos problemas

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—No te apartes, ¿De acuerdo? — susurró antes de que ambos cruzáramos al fin por esa puerta.

El interior del local era tal cual como un restaurante de carretera y de época que nos pintaban en las películas: suelo de tablero de ajedrez, mesas con asientos rojos y acolchonados, y en una esquina, un viejo futbolito donde jugaban un grupo de hombres ebrios, quienes al notarnos, nos dirigieron una breve mirada. No sabía realmente si tanto ellos como el resto de las pocas  personas que había se centraron en nosotros porque prácticamente éramos unos adolescentes entrando a un sitio de dudosa procedencia o por lo raros que nos veíamos ante la diferencia de vestimentas por resultado de las distintas épocas de las que veníamos.

 Bueno, yo porque aún conservaba el outfit de mi cena navideña en Kansas mientras que Cinco portaba el uniforme. O nos miraban raro simplemente porque llevaba un rasguño evidente en la mejilla por obra del intento de Reginald por asesinarme. Fuera lo que fuera, era extraña la forma en que llamamos la atención. Quizá fue esa incertidumbre que el ojiverde tomó mi muñeca como gesto protector sin despegar la atención de los presentes, especialmente de los ebrios de la esquina que se miraban más sospechosos.

Tratando de ignorar lo más posible aquellos ojos curiosos, finalmente escogimos una mesa al fondo al lado del ventanal con vista a la carretera.

—Bien, sólo comeremos y nos largamos de aquí. Este lugar no me da buena espina — declaró mientras se sentaba del otro lado de la mesa frente a mí.

Hice lo mismo, y cuando me senté entrelacé las manos sobre la mesa como gesto involuntario a mi inquietud.

—Estoy de acuerdo.

Mi mente trató de distraerse un poco mirando a la ventana. Dentro de poco oscurecería, por lo que cada vez transitaba menos gente aunque también reducía el número de Cadillacs cuyos modelos sí que eran bastante viejos para nuestra época. 

Pero entonces, mi mente viajó inesperadamente a ese suceso que ha sido mi mayor pregunta desde que dejamos la Academia: ¿A dónde, o más bien, cuándo, fue ese breve encuentro con las otras versiones de nosotros mismos, esa mujer escalofriante y, sobre todo, esa niña y la impactante forma de llamarme de la que no quería sacar conclusiones? Pero al parecer, era inevitable gracias a que Cinco volvió a tomar la palabra:

—Sé lo que estás pensando, y sí, yo también tengo mis dudas.

Regresé la mirada de la ventana sin mirarlo a él —ya que me daba un poco de incomodidad después de que se hayan referido a nosotros como mamá y papá— y me entretuve jugueteando con una servilleta.

—Y-Yo... No sé qué pasó — tartamudeé —. ¿Qué se supone que fue eso?

—Tampoco estoy muy seguro pero... Algo está claro. Eso que vimos antes de estar aquí fue una distorsión, y por alguna razón acabamos en el futuro cuando debió ser al revés. Lo que no comprendo aún es por qué el teletransporte sucedió totalmente al contrario de lo que queríamos. Quizá además de la energía que no tenía en ese momento al escapar de la Academia y que necesité para hacer el viaje, algo debió haber fallado en la ecuación.

Sin despegar la mirada de la servilleta con la mente hundida en esos sucesos, reflexioné:

—Intentábamos volver sólo unas horas al pasado y en lugar de eso acabamos en el futuro posiblemente varios años después...

—Pero... — Cinco meditó su frase con el ceño tenso y pensativo —. Si eso era el futuro... ¿Por qué nos veíamos igual que ahora?  

Mierda, eso no lo había considerado.

—Entonces... ¿Era un futuro no muy lejano?

—Lo dudo. Esa niña me da la sensación de que ese futuro no es cercano.

The HargreevesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora