16. Hermanos disfuncionales

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—Muy bien, ¿Con qué te gustaría empezar? — aquello lo soltó tras un muy sonoro bostezo.

¿Por qué estará tan cansado?

—¿Estás seguro de que no te quedarás dormido a media investigación? - indagué con una mueca.

—Quizá no si empezamos de una vez.

—Sí, me parece perfecto - asentí mirándolo como si le hubiesen salido dos cabezas, después sacudí la cabeza para enfocarme —: Bien, he querido indagar... En la parte exacta de la visión donde el viejo — ni siquiera sabía si podía volver a llamarlo papá —. Me miró directamente a los ojos. Fue... Ugh, aun no puedo quitarme esa sensación de escalofrío. Fue como si de pronto me dijera a través de esos ojos que sabía mis movimientos, que sabe que estoy metiendo la nariz en donde no debería...

Cinco me analizó, serio de pies a cabeza. ¿Qué está pasando dentro de esa cabeza?

—¿Cinco?

—Shht.

¿Qué?

—¿Qué? ¿Ahora quieres callarme..? — no pude terminar de hablar porque, de pronto, Cinco me tomó del brazo. Iba a protestar, pero me fue imposible cuando con su otra mano me cubrió la boca y me encerró dentro el armario más cercano.

¿¿Pero qué mierda?!

Intenté abrir las puertas del armario... Pero algo lo bloqueaba, ¡Era su espalda! ¡Estaba obstruyendo las puertas a propósito!

—¡Cinco, déjame salir en este instante o juro que te..! — aporré a la puerta, pero me callé en seco en cuanto escuché un:

—¿Qué fue eso? — de nada más y nada menos que de Reginald.

¿Qué carajos hacía aquí?

—Ah... No es nada, es sólo... Un ratón¿Es enserio?

Tuve la impresión de que en la última palabra se giró de perfil en mi dirección a través de la puertecilla para dejarme en claro que disimulara y me callara.

—Sí, un ratón. Sucede que se me escapó y justamente lo acabo de encontrar en el armario, entonces estoy cerrando la puerta para que no vuelva a escaparse mientras termina de decirme lo que haya venido a decir — incluso desde aquí podía imaginar esa sonrisita de niño bueno que acababa de ponerle a Reginald.

Recargué mi frente sobre la puerta. Hubo un momento de silencio por parte de Reginald en lo que procesaba lo que Cinco le dijo como si le hubiese dicho algo innecesariamente detallado.

—Me interesa en lo más mínimo lo que pase con ese ratón, sólo... Atrápalo lo más pronto posible y baja enseguida a mi oficina. Quiero hablar sobre un par de asuntos — le soltó Reginald y después se fue, ya que oí la puerta de la habitación cerrarse.

Inmediatamente distinguí las puertas del armario aflojarse porque que Cinco se apartó, entonces yo salí y lo primero que hice fue soltarle un manotazo en el hombro.

—¿Pero qué caraj..?

—¡Por decirme rata!

—¡Oh, sí, ignora el hecho que te escondí a tiempo para que ese viejo no nos descubriera hablando mal de él a sus espaldas!

Lo siguiente que hice fue acortar esos dos metros que nos separaban y rodearle el torso entero en un abrazo.

Se quedó totalmente quieto, seguramente aún no acababa de asimilar lo que había hecho, y la verdad es que yo tampoco, pero si Reginald nos hubiese visto los dos juntos en un espacio como este... No hacía falta explicar, por algo Allison y Luther eran bastante cuidadosos.

The HargreevesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora