Volumen II. 2. Nueva época, nuevos problemas. Segunda Parte

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Cinco

Cada minuto que pasaba me parecía una eternidad.

Eso considerando que el gerente estuviese repiqueteando los dedos sobre la mesa como si se tratara de un segundero. Y claro, eso sólo multiplicaba mi insaciable inquietud.

Por otro lado, no podía centrar mi atención en otra cosa que no fuera el pasillo por donde T/n se fue y por donde se suponía que debió volver hace un considerable tiempo... Pero seguía sin hacerlo.

De esa forma tan sencilla mi incertidumbre había crecido a niveles drásticos.

¿Y si se había perdido?

¿Y si... Le había pasado algo?

Maldición, ¿Por qué no aparecía?

En cualquier caso, quería confiar en que sabía cuidarse sola —considerando el papel de justiciera que ejercía— y claramente no dudaba que no pudiera hacerlo, ya que múltiples veces me lo había demostrado con una paliza que vaya que me había sorprendido, pero tampoco pasaba por alto que en este momento no estaba en las mejores condiciones para defenderse como ella sabía hacerlo. Y eso me ponía un poco intranquilo.

Me ponía intranquilo que por culpa de este Imbécil estuviera aquí sentado y vigilado por él, sin poder asegurarme personalmente de que T/n estuviera bien. Sabía de sobra que fácilmente podía librarme de él, sin embargo, le prometí a T/n comportarme y esperarla justo aquí tal y como había pedido.

Bueno, eso era lo que pensaba mi parte racional.

Y justo ahora mi inquietud estaba por encima de la racionalidad, por lo que era casi imposible que actuara como tal.

Al carajo la racionalidad.

En un ataque de nervios, me levanté de golpe del asiento tomando desprevenido al gerente —ya que estuvimos en silencio todo este tiempo— y comencé a caminar apresuradamente sin importarme tres carajos que fuera detrás de mi llamándome con amenaza tras amenaza.

Cosa que claramente tampoco me importó y logré perderlo conforme avanzaba más rápido y me detuve un segundo a mirar por todos lados en busca del letrero que indicara la ubicación de los sanitarios.

Ruta de evacuación... Letrero de no fumar... Y... ¡Bingo! Los baños.

Me dirigí hasta allá sin desperdiciar otro segundo, y conforme me acercaba noté a esos hombres en el futbolito, que me dio la sensación de que cuidaban mis movimientos. Sin importarme demasiado mas que dirigirles una simple mirada dura, pasé por su lado yendo directo a la puerta con el letrero de baño de mujeres. No supe exactamente si tocar o directamente abrir la puerta, pero me ahorré esa discusión mental por el hecho de que uno de los ebrios del futbolito me cubrió el paso literalmente postrándose frente a mí con el palo de otro juego en las manos, mirándome amenazante.

—Será mejor que vayas a otro lugar, niñito.

Eso casi me hizo reír.

—Pasaré por alto la forma en que me llamaste si te haces un favor a tí mismo y te apartas de esa puerta — aclaré con cierto tono sarcástico.

El hecho de que estuviera protegiendo tanto esa puerta sólo me daba más motivos para querer entrar. Estaba claro que algo pasaba, y por alguna razón, estaba asociando todo con T/n.

Reté al hombre con la mirada, obligándome a ser una persona civilizada y darle la oportunidad de apartarse por sí mismo antes de actuar a mi manera. Pero al aprecer estaba yendo por el camino equivocado. Esto porque el hombre no se movió y, en cambio, me hizo una seña a sus amigos que aún jugaban al futbolito para que se acercaran, y eso hicieron. Al poco tiempo me encontraba rodeado por ese grupo de idiotas.

The HargreevesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora